Antonio Casado – Aznar y el rumor.


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

Del embarazo de la ministra francesa de Justicia, Rachida Dati, soltera y sola en la vida, en una «complicada» vida privada, según confesión propia, nos quedamos con el impacto de la noticia en la opinión pública francesa, por un lado, y con una absurda derivada española, por otro.

Respecto al eco de la novedad en el país vecino, más bien de perfil bajo -me refiero al eco-, tomamos nota de la reacción de la propia Rachida Dati. Su condición de personaje público le obligaba a hacer lo que hizo: apresurarse a confirmar la veracidad de los rumores sobre su embarazo y acogerse al derecho a no revelar la identidad del padre en nombre de la privacidad. Solo faltaba que en la Francia laica fuese piedra de escándalo la vocación de madre soltera en una ministra. Si es ése el caso. Y si no lo es, pues exactamente lo mismo.

Nada que ver con el vuelo que los americanos le han dado al embarazo de la hija adolescente de Sarah Palin, la potente escolta femenina de Mac Cain en la candidatura republicana a la presidencia de los Estados Unidos en las elecciones de noviembre próximo. Nada nuevo. Desde siempre los americanos quieren saber absolutamente todo de la vida tanto pública como privada de quienes aspiran a convertirse en sus gobernantes.

En España estamos a medio camino entre el laicismo de los franceses y el calvinismo de los americanos, aunque cada vez más tirando hacia los primeros, como corresponde a nuestra mejor estirpe cultural. Sin embargo nos pierden los chascarrillos. Deliberadamente manufacturados, a veces, con la malsana intención de hacer daño a nuestros personajes públicos. Y ese parece haber sido el caso de la mala pasada que algún adversario, o algún periodista desinformado, le ha jugado al ex presidente del Gobierno, José María Aznar. De todos modos, porque todo hay que decirlo, el propio Aznar ha contribuido a propagar la difusión del rumor envenenado que le atribuía la paternidad del bebé que espera la ministra francesa. Me refiero al comunicado que el ex presidente hizo público hace unos días para desmentir la especie y anunciar acciones legales «contra quienes hayan vertido tales falsedades o quienes se hagan eco de ellas». Pero, ojo, no es lo mismo difundir falsedades que hacerse eco de las mismas. Ese es justamente el centro de gravedad de la polémica, porque tal parece que el comunicado se hacía eco de la falsedad al desmentirla, de modo que acabó acelerando lo mismo que pretendía frenar.

Se comprende esa reacción, aunque es de dudosa utilidad entrar al trapo con un desmentido innecesario. Si además produce un efecto eclipse sobre el marcaje del PP a un Gobierno socialista acosado por una situación política y económica muy adversa, peor que peor, según comentan en privado los dirigentes de ese partido. Todo ello es extensible al diario madrileño teóricamente más cercano al personaje. Hablo de la amplitud informativa dedicada al asunto por «El Mundo». Vaya con los amigos de Aznar.

Antonio Casado.

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