Rafael Torres – Al margen – Aversión al trabajo.


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

Ante la propuesta del ministro de Trabajo de reducir la contratación de inmigrantes en orígen, pues no parece sensato importar trabajadores cuando el paro crece alarmantemente, algunos sindicatos agrícolas han expresado su consternación: las cosechas, dicen, se van a quedar sin recoger porque los españoles no están por la labor de doblar el espinazo en el campo apañando fresas, olivas, uvas, espárragos ni nada que se le parezca.

Otro tanto se arguye, al parecer, en relación a la hostelería, que tampoco los españoles querrían retornar a los bares, a la parte fatigosa de los bares, pero si eso es así, si los nacionales no quieren emplearse ya en las actividades laborales que endosaron en su día a los inmigrantes, estaríamos hablando de un paro voluntario, vocacional, muy diferente del que aflige al que necesitando y deseando trabajar para subvenir a sus necesidades y no constituirse en una carga para nadie, no halla empleo y se desespera por no hallarlo.

Otra cosa es, no obstante, que los españoles no acepten las condiciones de miserable explotación que han padecido los inmigrantes entre nosotros, lo cual se comprende, aunque mejor hubiera sido que no miraran para otro lado, reconfortados y complacidos incluso, cuando se les explotaba, porque cuando los ricos se acostumbran a explotar, luego ya no miran la nacionalidad del explotado ni nada.

Se sigue pensando, si es que se le puede llamar pensamiento a eso, que estamos forrados y que nos basta extender el brazo para tomar de los árboles, sin esfuerzo, los sabrosos frutos que la Providencia nos regala.

Los préstamos con que compramos en su día casi todo, esto es, el no poder devolverlos ahora, nos ha descabalgado un poco, a la fuerza, de semejante presunción, pero todavía hay cierta resistencia a asimilar lo del trabajo durillo, es decir, lo del trabajo, y todavía hay quien prefiere, y se le consiente, apuntarse al paro y recibir el subsidio que irse, por ejemplo, a la vendimia, que empieza ahora y siempre necesita brazos. Hay algo ominoso, no me digan que no, en todo eso.

Rafael Torres.

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