Francisco Muro de Iscar – A los problemas, presidente


MADRID, 7 (OTR/PRESS)

«La política puede significar dos cosas: arte de gobernar o arte de conseguir el poder y mantenerlo. De otro modo: hay un arte de legislar y un arte de imponer una cierta legislación», decía Ortega.

¿Dónde encuadrar la política de un presidente que gobierna y legisla olvidando los problemas fundamentales y entra a fondo en cambios sociales innecesarios y de enorme trascendencia futura? Adolfo Suárez hizo una España para todos los españoles desde una España que excluía a muchos.

No gobernó para su partido, que se disolvió como un azucarillo, sino para todos y, en un principio, contra el propio poder que le instaló en el poder.

Felipe González produjo un cambio sustancial en el Estado y en la sociedad, pero también contribuyó a levantar un edificio aceptable para casi todos. A Aznar le perdió la soberbia en la segunda legislatura, pero dejó un país más fuerte en lo económico y mejor colocado en el mundo.

Zapatero entró en un momento dulce y podía haber hecho reformas que nos llevaran a mejor. Pero negó la crisis económica, se equivocó en la política antiterrorista, aplazó y desvirtuó la reforma educativa, no afrontó la reforma de la justicia y se dejó llevar con Gobiernos realmente pobres. Eso sí, maneja el marketing como nadie y ha realizado reformas sociales (unas buenas, otras peligrosas, algunas inútiles), que van a cambiar este país para varias generaciones.

Ahora cuando los problemas económicos, la cuestión autonómica, la equidad, la educación, la justicia o los problemas sociales son realmente importantes, Zapatero pone el acento en el aborto, en el cierre de la inmigración regular e irregular o en la memoria histórica. Y aparece Bernat Soria -¿alguien puede decir qué ha hecho como ministro para mejorar la Sanidad española, que es lo que le tocaba?- y anuncia la «legalización del suicidio asistido», es decir de la eutanasia. Aborto libre, o casi libre, y eutanasia. Los grandes problemas que más preocupan a esta sociedad. El presidente llamó «antipatriotas» a los que hablaban de crisis económica y ahora llama «hipócritas» a los que no creemos que el aborto sea progresista y a los que defendemos la vida frente a una cultura de la muerte.

Vieja política, viejos principios, viejos planteamientos absolutamente lejanos de una política eficaz, moderna, social, de progreso. ¿Cuándo vamos a plantear políticas serias de familia y a dejar de defender que un millón de abortos sea una conquista social en lugar de un fracaso colectivo? ¿Cuándo vamos a defender, con medios y medidas políticas, la muerte digna, con unidades de dolor en todos los hospitales y acabando con los encarnizamientos innecesarios, en lugar de defender la eutanasia? Hay que transformar España en un país moderno, potente, competitivo, abierto, integrador… El presidente haría bien en dedicarse a resolver los verdaderos problemas de los españoles, que son muchos e importantes, y renunciar a imponer a media España, por lo menos, unas leyes que ni son modernas ni necesarias ni urgentes ni progresistas. Vieja, rancia política con moderno marketing. A los problemas, presidente, a los problemas.

Francisco Muro de Iscar

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