Fernando Jáuregui – No te va a gustar – ZP no entra al trapo


MADRID, 9 (OTR/PRESS)

Zapatero tiene ante sí una jornada difícil de la que está dispuesto, faltaría más, a salir airoso. Lo dicen algunos medios monclovitas, de esos que parecen hablarte casi clandestinamente: «te advierto que Zapatero no va a entrar al trapo».

Se refieren esos medios a la postura que adopte el presidente ante las presumibles críticas y «provocaciones» procedentes de la oposición en el importante debate parlamentario sobre economía de este miércoles.

Aseguran que ZP acudirá al debate ataviado con su ya habitual armadura, algo cínica a fuer de tan optimista: no exagerando la importancia de la crisis, insistiendo en la fortaleza de las grandes empresas españolas y en la relativa mejor situación que tenemos en relación con algunos de los llamados países de nuestro entorno. Es decir, lo de siempre. Llegará, reconocen, con pocas soluciones –no hay remedios mágicos, y ni él ni nadie pretende tenerlos–, pero con «un par de recetas para ilusionar a la gente», sobre todo en lo que se refiere a impuestos que bajan, a pensiones que suben y a gastos públicos que desaparecen.

Sabe ZP que ahora no puede escudarse en la «invisibilidad» procurando pasar inadvertido en esta incómoda comparecencia parlamentaria. Los ojos de muchos millones de españoles están puestos en él y en lo que vaya a decir desde el atril del Congreso de los Diputados.

Tiene razón, pienso, en no cargar las tintas a la hora de hablar de la (mala) marcha de la economía, porque si nada menos que un presidente del Gobierno se muestra catastrofista, ¿cómo pedir confianza a quienes tienen que invertir y a quienes han de consumir?

Pero una cosa es cargar las tintas y otra deslizarse sobre la realidad como si de patinaje sobre hielo se tratase: los hechos son tozudos, los datos son malos y no cabe desconocer que la situación está siendo adversa y que son ya muchos los españoles que la sufren. No puede el hombre que mayor poder político atesora en España mostrar indiferencia ante el padecimiento de dos millones y medio de desempleados ni ante las angustias de decenas de miles de pequeños empresarios que seguramente no saben cómo van a pagar las nóminas del mes próximo: y, así, fue especialmente desafortunada la frase que ZP lanzó al aire el pasado domingo, en Rodiezmo, prometiendo favorecer al trabajador pero no a las empresas «que han ganado mucho dinero». ¿Dónde cree el presidente que se genera el empleo, sino en las empresas que van bien?¿Cómo disociar, en un estado capitalista, la buena marcha de las empresas del bienestar de los trabajadores? A menos, claro, que ZP esté abominando del estado capitalista, lo que, por supuesto, no parece ni posible, ni deseable, ni realista.

Zapatero es un extraño personaje cuando habla de economía, asignatura que aún no domina, aunque le hayan dado bastantes más horas de lecciones sobre el asunto que aquellas famosas dos tardes que sus asesores en la materia le decían, aduladores, que bastarían para ponerlo al día. De pronto, cuando está hablando de las grandes cifras globales, te sale con no sé qué minucia acerca de unas bombillas de bajo consumo que ha mandado instalar en los semáforos. Está claro que se halla bajo influencias diferentes y tal vez hasta contrapuestas -como contrapuestas son las tesis y las síntesis de Pedro Solbes y Miguel Sebastián- y ello pesa sobre su discurso, casi nunca rectilíneo, tantas veces confuso, de cuando en cuando contradictorio.

Complicada papeleta la de Zapatero este miércoles, ante unos portavoces que le van -ya lo dicen en Moncloa- a intentar sacar de sus casillas, tarea en todo caso ímproba cuando de ZP se trata. Y es que este debate, con el que se inaugura de hecho el curso parlamentario, no es un debate cualquiera: nunca lo es cuando la opinión pública se está mirando, con aprensión, los bolsillos. Este no va a ser un debate de grandes frases políticas que se lleva el viento: consumidores e inversores, trabajadores y empresarios -en distinción que ya vemos que es cara a ZP-, banqueros y ciudadanos hipotecados, van a estar, como digo, muy pendientes de cada palabra presidencial. ¿Acertará con el mensaje el hombre en cuyas manos está en buena parte nuestro destino inmediato?

Fernando Jáuregui.

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