Antonio Casado – Patriotismo siglo XXI


MADRID, 10 (OTR/PRESS)

Adiós a la diplomacia del siglo XX, el de los espías, el de la guerra fría, que se fraguaba a la sombra de discretas complicidades entre países de intereses concomitantes y se plasmaba en tratados con cláusulas secretas.

Hoy los tratados son transparentes, figuran en un registro público controlado por las instituciones internacionales y, a la menor, están colgados en Internet lo quieran o no sus firmantes.

Con el alborear del siglo XXI, con el adiós a los tiempos de la coacción y el hola a los de la persuasión, ha nacido el concepto de «diplomacia pública», inevitablemente cosido al más viejo, y por tanto más maltratado, de «opinión pública». Es de estirpe anglosajona y viene a ser la implicación de todos los actores, elementos, acciones e instrumentos que contribuyen a conformar la percepción de un país en un mundo globalizado.

Es decir, la imagen de un país, que es fundamental para el turismo, los negocios, los intercambios culturales, la cooperación internacional, etc. En definitiva, para los intereses de ese país, cuya promoción será tanto más fácil cuanto la imagen del mismo (cultural, deportiva, económica.) se haga más sugestiva, más apetecible, más deseable, más potente.

Aplíquese a la España de aquí y ahora. Pero si alguien cree que sólo es cosa del Gobierno o nuestros diplomáticos la promoción de una buena imagen de marca internacional para nuestro país, no ha entendido nada de esta forma de patriotismo postmoderno. La que responde al nombre de «diplomacia pública» y ha convocado esta semana en Madrid a nuestros 130 embajadores en otros tantos rincones del mundo.

Con ese lema («Diplomacia Pública y política Exterior») se ha desarrollado la V Conferencia de Embajadores de España. Y en esa clave de patriotismo postmoderno se debe descifrar el mensaje transmitido a los asistentes por el presidente del Gobierno cuando les recibió este lunes en Moncloa. Les pidió redoblar esfuerzos en la tarea de recabar confianza en la economía española fuera de nuestras fronteras. Por su parte, la vicepresidenta, Fernández de la Vega, les instó a salir al paso del pesimismo y las informaciones «interesadas» y «sin rigor».

En el ambiente flotaba el reciente y desdichado artículo de «Financial Times». Una ácida crítica a la economía española y, en consecuencia, un golpe bajo a la imagen de España. Necesidad de implicarse en la estrategia difusora de la marca «España» es lo que debieron sentir entonces los directores de comunicación de nuestras principales empresas, que enviaron una carta de protesta al director del «Financial Times» por el tono denigratorio empleado en el artículo para referirse a la situación de la economía española, sin perjuicio de que, además, nuestro embajador en Londres expresara su disgusto ante los responsables del rotativo.

Esa reacción de los «dircom» del mundo empresarial es el mejor y el más reciente ejemplo de lo que debemos entender por «diplomacia pública», una forma de entender el patriotismo en el siglo XXI.

Antonio Casado.

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