Francisco Muro de Iscar – Dios está en la cárcel


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

A Jaime Garralda no se le puede encasillar. Para quien no le conozca, este joven jesuita de más de ochenta años lleva media vida dedicado a los despreciados, a los olvidados, a los marginados, a los excluidos, a los que no tienen horizonte.

No ha necesitado irse al Tercer Mundo porque en España hay muchos tercer y cuarto mundo. En la droga, en la calle, en la prostitución, en la cárcel. Lleva muchos años viviendo con ellos, durmiendo junto a ellos, sacando de las cárceles -hace años-, a los presos enfermos de SIDA para que murieran libres.

Sacando, ahora, a niños que viven en la cárcel con sus madres, y a sus madres, porque ellos no tienen la culpa de nada y no debían vivir entre rejas. Su ONG Horizontes Abiertos y la Fundación Padre Garralda son un monumento a la solidaridad. Ahora, con la crisis, van a tener aún más trabajo. Y lo harán bien.

«Dios está en la cárcel» es el libro que acaba de publicar Garralda (Editorial Desclée de Brouwer). No se lo pierdan. No hay sermones ni regañinas. Hay vida. Es como él: una fuerza de la naturaleza, un hombre de la calle, uno más entre los que no tienen nada, su hermano. «Resulta macabro, dice, ver agolparse, a veces, a los fieles dando la espalda los pobres».

Cuando hablamos de laicismo oponiéndolo a la religión, ¿dónde colocamos a Jaime Garralda y a los demás «garraldas», que se están dejando la vida por los otros desde un espíritu evangélico, cristiano, eclesial, solidario?

«Se acabaron los sermones, dice. Y los predicadores. Hoy vivimos los tiempos de los comunicadores… O te subes al tren o te come el olvido». Y este comunicador que vivía con drogadictos y enfermos de SIDA en una chabola del madrileño Pozo del Tío Raimundo, decidió un día que su mundo estaba en las cárceles. Se fue a contar el Evangelio -el amor, la paz, la esperanza- a los que nadie quiere. Por no querer no queremos ni oír hablar de ellos. Que se pudran allí. Que no salgan.

Pero Garralda sostiene que allí también está Dios. Tal vez más presente que en algunas iglesias. Su libro son historias de dolor y de Amor. De hogares de verdadera reinserción desde los derechos de los presos. (Los presos también tienen derechos, sólo les han privado de la libertad). Y ha abierto hogares para las presas con hijos que tienen buen comportamiento o les queda poca condena que cumplir. Lo hace en colaboración con la Dirección General de Instituciones Penitenciarias. Nadie ha pisado más cárceles para mirar a los ojos a los presos. En este libro cuenta quiénes son ellos, sus testimonios, y porqué no son «un problema social». Deberían serlo, deberían ser un problema de todos, porque cada preso que sale a la calle sin horizonte o con billete de vuelta es un fracaso social. Aunque algunos, como Jaime Garralda y su buena gente, están tratando de impedirlo.

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