Rafael Torres – Al margen – Pim, pam, pum


MADRID, 15 (OTR/PRESS) El absurdo político creado por el actual Estado de las Autonomías, merced al cual donde había un centralismo hay diecisiete, parece haberse extendido al propio Consejo de Ministros del gobierno central o de lo que queda de él, donde los titulares de Industria, señor Sebastián, y de Ciencia e Innovación, señora Garmendia, andan a la greña por el control exclusivo de la política espacial por parte de sus respectivos ministerios.

A cualquier ciudadano que piense con una cabeza normal, no de político, se le ocurriría, ante tan peregrino dilema, que la tal política de los mundos siderales y de la chatarra espacial que lo empuerca bien podría ser gestionada por los dos ministerios, a condición, claro, de que la gestionaran como dios manda, pero como los políticos piensan con sus cabezas de político, llenas en muchos casos de irrealidad, fatuidad y soberbia, el asunto de ver quién representa a España en la Agencia Europea del Espacio, si uno u otro, ha adquirido tintes cainitas, políticamente hablando.

El conflicto entre Sebastián y Garmendia no sólo es ridículo, sino también artificial, pues tanto el ministerio del uno como el de la otra tienen competencias e intereses perfectamente complementarios en el asunto: Industria los euros que hay que poner y la gestión de los que las empresas españolas del ramo habrán de recibir, y Ciencia e Innovación los astrofísicos y los técnicos espaciales, de suerte que entrambos podrían componer una delegación ante la Agencia Europea muy apañada.

Pero no; la incompetencia ministerial es atrevida, como la ignorancia, y tiende a arrogarse todas las competencias habidas y por haber en franca colisión, como es natural, con otro que también se las arroga. Es ridículo, artificial y, además, patético para un país cuyo único conocimiento espacial era, hasta hace poco, el que le aportaba la industria pirotécnica. Entre sus bellos fuegos de artificio, que suspenden el corazón de los niños y de los valencianos, y éstos entre Sebastián y Garmendia, uno se queda, sin pensarlo, con aquellos.

Rafael Torres.

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