MADRID, 16 (OTR/PRESS)
Era el secreto de Polichinela. Todo el mundo sabía que ANV era una más de las franquicias políticas que a lo largo de los años ha ido quemando el complejo etarra (Herri Batasuna, Euskal Herritarrok, Socialistas Abertzaleak), así que la sentencia del Tribunal Supremo no trae más sorpresa que la que se deriva del calendario. ¿Por qué ahora?¿Por qué ahora sí y antes no?
¿En qué ha cambiado estos días el partido proetarra ANV respecto de hace un año?¿Por qué ahora los jueces han decidido ilegalizar ésta organización y no lo hicieron antes?¿Por qué hace un año, el ministro de Justicia (Fernández Bermejo) y el Fiscal General (Conde Pumpido) echaban balones fuera cada vez que alguien, extrañado ante su pasividad, les preguntaba por la humillante complacencia del Gobierno ante la presencia de este grupo en multitud de ayuntamientos del País Vasco?
¿Quién marca el tempo de la Justicia?¿La conveniencia de los políticos?¿El Gobierno?¿El señor Rodríguez Zapatero, cuando le convenía decir que los Otegi y de De Juana eran «hombres de paz» (sic) porque por aquel entonces estaba embarcado en la aventura de prolongar la negociación con la ETA pese a la bomba y los muertos de la T4 de Barajas?
Puesto que la base y la salud del sistema democrático reside en la separación de poderes y en el contrapeso -y control- que los unos deben ejercer sobre los otros, quiero creer que lo ocurrido con ANV ha sido una anomalía. Lo contrario sería terrible; sería tanto como pensar que en España los poderosos disponen de una Justicia a la carta.
Fermín Bocos.
