Rafael Torres – Al margen – La ignorancia del contertulio


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

A menudo se ha acusado a los contertulios que pueblan los programas de radio y televisión de no saber de lo que hablan, o bien de hablar de todo, de cualquier cosa, como si supieran.

Lo injusto de esa acusación, seguramente más dictada por la envidia que por una convicción racional (que a uno le paguen por hablar se les antoja a muchos la felicidad absoluta que se les escamotea en beneficio de otros que «váya usted a saber que han hecho para estar donde estan»), se evidencia en el propio discurso de algunos contertulios, en general digno e interesante, o, en cualquier caso, no menos digno ni menos interesante que el de sus debeladores anónimos, pero sí es cierto que hay algunos asuntos sobre los que los contertulios del PP y del PSOE, que son los únicos a los que se contrata últimamente, no tienen ni puñetera idea.

Por ejemplo: el de la crisis económica.

Es verdad que no hace falta haber estado en Moscú para saber que existe, es más, que uno puede saber de Moscú mucho más que otro que haya estado allí una docena de veces, pero no es menos cierto que hay cosas que para hablar de ellas, para reflexionar adecuadamente sobre ellas, para verlas de veras, es preciso conocer de primera mano, y una de esas cosas es la crisis, esto es, quedarse sin trabajo, sin presente, sin futuro, con bocas que alimentar, sufriendo el ultraje del paro y la defección de los «amigos», endeudado hasta las cejas, olvidado, desamparado, deprimido y con una devastadora sensación de haber sido engañado por todos, por los bancos, por el gobierno, por la empresa, por la propaganda, por todos.

Los contertulios de hoy no saben, evidentemente, de qué va eso, ignoran el costo en sufrimiento personal de muchísimos ciudadanos, y no es que lo ignoren porque no lo sepan o no lo vean a su alrededor, sino porque no pueden sentirlo hallándose, como se hallan, a salvo en sus tertulias bien pagadas, repitiendo el guión que se espera de ellos, las consignas de los partidos a los que sirven. Y eso es una pena, pues las víctimas de la crisis nada pueden esperar de ellos, ni su amable y distante portavocía siquiera.

Rafael Torres

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