Caudillo eterno


MADRID, (ABC)

Hoy, que andan todos -incluido Zapatero- luciendo palmito en la sede de la ONU en Nueva York, me he acordado de varios políticos de chicha y nabo, que ganan elección tras elección por esas tierras de Dios.

Hugo Chávez es un facineroso y como pueden contar los periodistas de RCTV, ha retorcido la ley para cerrar la boca a los disidentes, pero no necesita hacer trampas muy gordas para ganar en las urnas.

Aunque escueza, coincidirán conmigo en que los comicios venezolanos son más democráticos que los celebrados en el País Vasco.

Allí –como hacen aquí los proetarras con los constitucionalistas- los “chavistas” corren a palos y acogotan a los “escuálidos”, pero no creo que los candidatos opositores pasen el miedo y asuman los riesgos que debe afrontar en un pueblo de Guipúzcoa cualquier aspirante a concejal del PP.

Chávez gana por la combinación implacable de la aritmética demográfica y la televisión. Le funcionan los mismos resortes que han llevado al poder a Daniel Ortega en Nicaragua y que aúpan al trono presidencial, de vez en cuando, a personajes del jaez de Evo Morales, Alejandro Toledo o Carlos Menem.

El sandinista Ortega se hartó de robar, cuando fue derrotado por Violeta Chamorro en 1990. Entre el recuento y la transferencia de poder, él y los suyos entraron a saco en las arcas del Banco Nacional, pusieron a su nombre empresas, haciendas y propiedades públicas y revendieron helicópteros militares a países extranjeros, para hacer caja.

Pues a pesar de esos antecedentes y de que cualquiera puede observar hoy mismo en Managua los fortunones amasados por los antiguos guerrilleros, los nicaragüenses volvieron a elegirle presidente el año pasado.
Hace dos décadas, los pobres de esos países ni tenían ni un modesto transistor y desde sus húmedas chabolas se limitaban a observar el batallar político como algo ajeno y distante.

Ahora todos tienen televisor y votan. Y lo hacen a favor del que más se les parece, indiferentes a su honradez, eficacia o capacidad. Contribuye a ello que el mandamás suele controlar la cadena de televisión hegemónica y ya se encargar sus acólitos de echarle incienso y de silenciar a sus rivales.

Con esa fórmula, se puede ser caudillo eterno. Cierren los ojos y traten de imaginarse realidades más cercanas y autonómicas en lugar de estatales. ¿No les suena la música?

ALFONSO ROJO

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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