Isaías Lafuente – Atentamente


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Como periodista y como ciudadano siempre he tenido un sentimiento de empatía hacia los ministros del Interior. Durante años ETA mató mucho, y solía hacerlo a primera hora de la mañana para obtener una más amplia cobertura mediática de sus hazañas.

Cuando los teletipos anunciaban un nuevo atentado, mi primer pensamiento siempre iba hacia las familias de las víctimas; el segundo, hacia el ministro de turno.

Imaginaba esa llamada imprevista de madrugada y su primera reacción de indignación, de rabia, de dolor. Pero también intuía el sentimiento de impotencia y ese otro tan judeocristiano de culpa: el que uno siente cuando, a pesar de haber hecho todo lo humanamente posible por evitar el crimen, cree que quizás podría haber hecho algo más, o haberlo hecho de manera diferente, para evitar que el asesino se cobrase una nueva víctima.

Ese respeto ciudadano también lo he observado en los sucesivos ministros respecto a la acción de sus predecesores o de sus sucesores. Cuando uno ha tenido que gestionar un departamento tan duro e ingrato se suele mostrar comprensivo con el trabajo de los otros.

Por eso me resultó sorprendente oír lo que dijo el ex ministro Mayor Oreja en Telemadrid. El periodista le preguntó si habría que reclamar responsabilidades políticas al Gobierno por el último crimen de ETA, y Mayor, en vez de mostrar solidaridad institucional o eludir la respuesta, dio por válida la posibilidad de tal exigencia.

Mayor Oreja fue ministro del Interior desde el año 1996 hasta 2001, después de haber sido delegado del Gobierno en el País Vasco, otra misión nada fácil. Durante su mandato, vivió una negociación con ETA y un periodo de tregua que, una vez roto, dejó más de cuarenta muertos, cuarenta dolorosas llamadas como la que el pasado lunes recibió el ministro Rubalcaba: Buesa, Lluch, Pagazaurtundua, Portero, Martín Carpena… Compañeros de partido y adversarios políticos, militares y miembros de la judicatura, concejales, policías y ertzainas…

Fue una época muy dura, especialmente porque llegó cuando de nuevo habíamos creído que la paz podía ser una esperanza cierta. Tengo mala memoria, pero no recuerdo que entonces nadie, en ningún sitio, hiciera una insinuación indigna semejante a la que ha realizado Mayor Oreja.

Por eso me atrevo a pedir atentamente a Mayor que rectifique, que pida disculpas, que no siga por ese camino tan obsceno. Y si no lo hace él, que se lo exija su partido. Entenderemos cualquier justificación, incluso que la entrevista se celebró a última hora del día, que estaba cansado y no demasiado lúcido. Si no llega, será que suscribe lo dicho, y su respetabilidad quedará definitivamente en entredicho.

Isaías Lafuente.

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