Rafael Torres – No hubo dos bandos


MADRID, 26 (OTR/PRESS)

La decisión del juez Garzón de ampliar sus pesquisas sobre los desaparecidos de la Guerra de España a los tribunales republicanos podría parecer ociosa o irrelevante, pues de todos es sabido que las víctimas del terror revolucionario, esto es, de los incontrolados, de los matones de retaguardia y de los agentes de Stalin que se aprovecharon del desplome de las estructuras del Estado a consecuencia de la Sublevación fascista para cometer sus desmanes, fueron localizadas, exhumadas, honradas y recompensadas en las personas de sus familiares tras la guerra, pero esa providencia del juez pudiera servir, sin embargo, para determinar de manera taxativa la muy diferente naturaleza y magnitud de los asesinatos en la zona leal y en la sublevada, desbaratando de una vez el tópico infame, bruñido por los interesados partidarios del olvido y el silencio, de que «en los dos bandos se cometieron las mismas atrocidades».

Ni se cometieron las mismas atrocidades, sino tres veces más en la rebelde que en la gubernamental, ni había dos «bandos», sino un bando, el de los bandidos que se habían puesto fuera de la ley y se emborracharon de sangre, y un Estado que, según logró recomponerse del marasmo provocado por el Golpe, las revoluciones en su propio territorio que le subsiguieron y el improvisado y titánico esfuerzo inicial de la guerra, acabó absolutamente con los paseos, las sacas y los ajustes de cuentas.

Pero incluso en los primeros meses de horror, de julio a diciembre del 36, cuando las noches y las calles republicanas de las ciudades estaban en posesión de los cobardes y los hampones «justicieros», los jueces republicanos acudieron, pese a hallarse desbordados, desobedecidos e intimidados, al levantamiento de los cadáveres hallados en cualquier parte, les fotografiaron y expusieron las instantáneas en lugares públicos para que fueran identificados por sus conocidos y familiares, ordenaron su inhumación legal y abrieron diligencias e instruyeron cada caso, bien que con menguado éxito al principio, como puede suponerse.

Cualquiera que acuda a las fuentes, y Garzón va a hacerlo, descubrirá que casi el 98% de los crímenes en la zona leal se cometieron entre julio y diciembre del 36, descendiendo vertiginosamente y cesando durante el resto de la guerra, en tanto que los asesinatos del franquismo no cesaron hasta quince años después de finalizada ésta, produjeron una cantidad enorme de desaparecidos y fueron perpetrados por los esbirros del nuevo y sanguinario Régimen.

Rafael Torres.

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