Isaías Lafuente – ¿Hay alguien?


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

El rechazo de la Cámara de Representantes al plan de rescate de Bush ha provocado un escalofrío mundial. Uno más, y no será el último. En las últimas semanas el mundo parecía haber sacado una conclusión en el análisis de esta crisis global que ha dejado al descubierto todas las miserias del sistema financiero: el mercado es incapaz de sacar del atolladero al mercado.

La intervención pública no sólo se consideraba un «paréntesis necesario», sino que se ha practicado sin pudor, a ambos lados del Atlántico, con intervenciones, nacionalizaciones e inyecciones masivas de capital que sólo han mitigado transitoriamente las convulsiones de un organismo gravemente enfermo. Y cuando no se han practicado, el fin ha sido la quiebra de instituciones financieras todopoderosas hasta la víspera.

En este proceso ha sido curiosísima la reacción de las bolsas mundiales, ese engañoso termómetro de la economía. A más intervención, mayores subidas. Y cuando el Estado dijo no – a la salvación de Lehman Brothers, por ejemplo – las bolsas se precipitaron al abismo. Por eso el mercado esperaba como panacea que el plan de salvamiento de Bush saliera adelante. Pero le han dicho no. Es un varapalo al moribundo Bush, pero también a su secretario del Tesoro, al presidente de la Reserva Federal, a los jefes de los grupos parlamentarios que lo habían negociado y a los candidatos presidenciales que lo habían apoyado. Un varapalo global.

El plan ahora rechazado, como todos, era mejorable. Pero en sus líneas generales buscaba obtener los fondos necesarios para limpiar de basura los activos nacionalizados, reactivar una economía paralizada y conseguir que los beneficios que a medio plazo obtuviesen las entidades intervenidas volvieran a las arcas públicas. Por eso, la causa de la negativa quizás no haya que buscarla en la economía, sino en la política. En general, los congresistas le han dicho a Bush que no se fían de que quien con su inacción ha contribuido a la catástrofe sea capaz de enderezar el rumbo, siendo además un presidente ya amortizado.

Pero además, cada congresista ha votado teniendo en cuenta que dentro de un mes se jugará su escaño ante los electores de su distrito en los mismos comicios en que se juegan la presidencia McCain y Obama. Y ahí está el problema de los problemas. La cuestión no es que hoy no haya nadie capaz de liderar la salida de la crisis, sino que no lo habrá hasta que el nuevo presidente norteamericano jure su cargo en enero. Cuatro meses que parecen siglos en una situación en la que los acontecimientos hacen extender la gangrena cada minuto.

Isaías Lafuente.

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