Rafael Torres – La anarquía del capital


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

El debate sobre si el Estado debe o no debe intervenir en el mercado y, por extensión, en la economía, es fútil: ¿Sobre qué otra cosa puede intervenir legítimamente el Estado? Quienes conciben éste no como un predio para la defensa (y ataque) de los intereses personales o de grupo, esto es, quienes no tienen un sentido patrimonialista de él, sino que consideran necesaria y útil su existencia sólo en la medida en que impide o corrige los abusos de los poderosos, en que promueve y garantiza la igualdad de oportunidades y ante la ley, y que, en consecuencia, ampara a los que poco o nada tienen, saben que el escenario de esa lucha institucional del Estado es el de la economía, escenario donde ha de librar permanente batalla contra la especulación, la explotación, el acaparamiento, las conspiraciones para alterar el precio de las cosas, los monopolios, la plutocracia y el saqueo de los bienes públicos que permiten esa atención a los débiles que es obligación irrenunciable del Estado.

El intento intervencionista de Bush para, con esos bienes públicos que han de destinarse a educación, sanidad o infraestructuras, remendar las descomunales roturas que en la economía han dejado los afilados dientes de los tiburones de Wall Street, se corresponde exactamente con todo lo contrario: una vez que los poderosos han arramblado con todo y han pirateado a capricho, el Estado acude en su auxilio, en su propio auxilio en realidad, pues se trata de un Estado de la anarquía cuya existencia sólo sirve a los intereses de los poderosos, así haya que mandar a los pobres a sus guerras de dominación y despojo, o a la mayoría de la población a los estercoleros de la recesión y del paro. En todo caso, sólo sería admisible, incluso desde la grosera perspectiva del capitalismo, el Estado que actúa e interviene antes y no después, es decir, el que emplea su enorme capacidad de control para evitar la desgracia a sus administrados y la ruina de la nación, pero ya se sabe que el de Bush no es exactamente un Estado, sino, parafraseando el lema del franquismo, una unidad de los intereses de algunos en lo universal.

Rafael Torres.

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