MADRID, 7 (OTR/PRESS)
El Gobierno (Bernat Soria y Bibiana Aido, mano mano), ultima una campaña entre los y las adolescentes para hacer frente a los embarazos no deseados. De los 100.000 embarazos no deseados que se producen al año en España, y que en su mayoría acaban en aborto, 8.000 son menores de edad, muchas por debajo de los 15 años.
Es un drama y la constatación de que la educación sexual de nuestros adolescentes es pura y llanamente lamentable. Cada vez los jóvenes se inician antes en el sexo, cuando aún no están preparados, lo que luego tiene consecuencias graves en su vida afectiva.
Hoy no podemos echar la culpa a la represión ni a la falta de libertades o de información. Es culpa de la mala educación que reciben en la familia y en los centros educativos. Cada cosa tiene su tiempo y los 14 o los 15 años deberían ser para otras cosas.
Cuando los Gobiernos intervienen en cuestiones de conciencia, el problema se agrava. Parece que la campaña del Gobierno va a incidir sobre todo en dos métodos anticonceptivos: el preservativo y la píldora del día después, un método claramente abortivo. Acostumbrar a una adolescente a ir a pedir esa píldora es, desde luego, un disparate sanitario, sin entrar en otros conceptos morales. Pero encaja con el compromiso de este Gobierno de avanzar en una legislación que favorezca el aborto más o menos libre, más o menos sin control, aunque nuestras leyes sigan diciendo que es un delito porque se mata a un ser vivo al que la Constitución dice proteger. No importa.
Ayer en una emisora de radio escuchaba a una mujer -lamento no haber podido escuchar su nombre-, un argumento que me hizo reflexionar. Relataba que había hablado con una joven que quería abortar y que decía que su cuerpo era suyo y ella tenía capacidad exclusiva para decidir. «Le di la razón, decía, porque sólo ella podía elegir entre ser madre de un niño vivo o de un niño muerto. Pero, en todo caso, ya era madre». Es una terrible decisión que deja detrás huellas indelebles.
Frente a la cultura de la muerte, la de la vida. Hay que agilizar los trámites para que la adopción de un niño español no tarde entre cinco y nueve años, como está haciendo la Generalitat valenciana. ¿Queremos niños? Protejamos a sus madres. Hay miles de mujeres que no abortarían si el Estado invirtiera en ellas, en facilitarles la vida, en darles opción a tener a su hijo. Lo pueden comprobar en el centro Básico de Acogida de la Junta de Andalucía y en el que cien niñas en los últimos cinco años han aprendido, ayudadas, a hacerse cargo de sí mismas y de sus hijos. Dice Blanca Rudilla, una excelente abogada que lleva quince años volcada en facilitar adopciones internacionales, que «el futuro de la adopción está en los niños que sufren patologías». Y aquí promocionamos el aborto. Sólo conocemos la punta del iceberg de lo que sufren las mujeres que abortan. Seguimos apostando por facilitar la muerte de un ser cuyos derechos son olvidados en lugar de apoyar a sus madres. Un disparate.
Francisco Muro de Iscar.