MADRID, 9 (OTR/PRESS)
Esos altos ejecutivos que se han gastado unos cientos de miles de dólares en un balneario de lujo, después de que su empresa fuera salvada de la ruina, y que ha escandalizado a medio mundo, demuestra que medio mundo está falto de sensibilidad y desconoce la de esos estratos.
No estamos hablando de ejecutivos normales, ese honesto sector que le echa diez horas diarias de trabajo, o más si está de viaje, sino de las superfragilísticas direcciones generales sectoriales de algunas macroempresas.
He vivido de cerca las crisis de algunas empresas y, al llegar el doloroso momento de tener que despedir personal para ahorrar dinero, aunque sea en las nóminas, nunca se ha despedido a los altos cargos que han propiciado la situación. Además, si se les despide a ellos, ¿quién se va a encargar de hacer el listado de los que van a la calle?
Antonio Lara, «Tono», que el Ayuntamiento de Madrid recuerda con un premio dedicado al humorismo gráfico, decía con gran fundamento que «el dinero hay que dárselo a los ricos, porque los pobres se lo gastan en cualquier cosa». Un modesto empresario, al que el dinero de los contribuyentes le hubiera salvado su taller, no se hubiera ido a un balneario de tres mil dólares diarios la habitación, porque no tiene costumbre. Y tampoco es capaz de promover una operación de fina ingeniería financiera que meta en los bolsillos de los accionistas un excelente botín. A base de ingeniería financiera hemos llegado a esta situación de la que nos sacarán los que nos han metido, con nuestro dinero.
Luis Del Val.
