Fernando Jáuregui – Una «cumbre» necesaria


MADRID, 15 (OTR/PRESS)

¿Qué salió de la «cumbre» entre Zapatero y Rajoy? ¿Sirvió realmente para algo? Yo creo que de allí salieron bastantes cosas -bastantes más de las que se dicen en voz alta- y sí, claro que sirvió para algo: las fotografías, las formas, son muy importantes en política. Y me parece que tanto ZP como MR dieron una lección de comportamiento, solamente ya no tirándose los trastos a la cabeza.

Tengo para mí que el pragmatismo, que es una de las principales virtudes de Rajoy, ha hecho que acepte lo inevitable tras la cumbre monclovita de este martes: negociar, y luego dar el visto bueno, a los «decretazos» que suponen seguir la regla europea de inyectar dinero público en el sistema financiero para calentar la maltrecha economía. Y tengo para mí que la astucia, que es una característica de un Zapatero que se crece en las dificultades, ha llevado al líder de la oposición a un terreno relativamente cómodo para el gobierno. Como no podía ser de otra forma, cuando en estas horas está en marcha una reunión del Consejo Europeo en la que todos dirán «amén» a lo ya decretado en Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Irlanda, Holanda… y, claro, España.

Qué duda cabe de que a ZP le hubiese gustado que el Partido Popular le hubiese, además, votado favorablemente los Presupuestos Generales del Estado para 2009. Era demasiado pedir, claro. Rajoy tiene su «ala dura», que sin duda verá ya como excesiva su «flaqueza» a la hora de negociar y apoyar las medidas adoptadas por el conjunto de los mandatarios europeos el pasado domingo. Unas medidas que este miércoles se estudiarán y alentarán en el Consejo Europeo que marca el vértice de la presidencia francesa de la Unión. Y unas medidas que, traducidas a la española, se aprobarán presumiblemente el lunes en las Cortes. Con bastante probabilidad, con la anuencia del PP: ¿qué otra cosa puede hacer el partido que capitanea Rajoy? ¿Ponerse enfrente de lo que plantean todos los «grandes» de la UE?

Al término de su rueda de prensa tras el encuentro con Rajoy, Zapatero se acercó a nosotros, los periodistas que habíamos acudido a La Moncloa, para hablarnos de la «extrema gravedad» de la situación el pasado viernes, cuando las bolsas se desplomaron y Sarkozy convocó de urgencia a los líderes de Europa. El optimismo zapateriano sigue, empero, siendo grande, y sabe transmitir una cierta dosis de tranquilidad: cualquiera diría que la reunión del pasado domingo en París ha servido para restablecer una cierta (¿y precaria?) normalidad, hacer subir las bolsas y hasta descender el índice del coste de la vida.

Es obvio que esa conjunción de buenas noticias no se ha debido exclusivamente a las inyecciones de dinero en la banca ni a la intervención de unos poderes públicos que hasta ahora estaban anclados en un liberalismo ahogado en el «laissez faire». Pero ZP tiene razón cuando dice que esa macrorreunión parisina, que algunos han tratado de minimizar como una simple «foto», ha cooperado no poco para restablecer la confianza de ahorradores, consumidores y quién sabe también si inversores.

Desde mi punto de vista, hubiese sido muy conveniente, para fortalecer esta confianza, un acuerdo más explícito entre Zapatero y Rajoy, incluyendo el debate de los Presupuestos, que aún admitirían enmiendas de fondo y forma, teniendo en cuenta que las diferencias doctrinales entre socialistas y «populares» no son tan grandes, al fin y al cabo. Creo que incluso hubiera resultado interesante una imagen suplementaria: la de Zapatero y Rajoy compartiendo atril en La Moncloa y hablando en paralelo. Una idea, esta de la fotografía juntos tras el encuentro, cuya sola mención horrorizó al presidente del Gobierno: «es necesario el juego entre gobierno y oposición», dijo. O sea, que de ejecutivos de gran coalición o similares, nada de nada.

Pero al menos ha habido una aproximación parcial que evita que ambas partes, que representan a casi veintidós millones de votos, sigan tirándose los trastos a la cabeza.. Cuando, a la hora de la verdad, dicen casi lo mismo, si se exceptúan los porcentajes. Curiosa situación, a fe mía: todos, incluso ellos, parecen querer el Gran Consenso, pero razones misteriosas hacen que no pueda ser del todo. Poco dura la alegría en casa del pobre. Aunque el rostro de ZP siga estando alegre cuando, al término de su reunión con Rajoy, se acercó a los periodistas: «hemos vivido una situación gravísima», dijo, hablando en pasado. Da la sensación de que Zapatero ya considera la nunca mentada crisis como algo del pasado. Claro que no es así, pero, al menos, ese talante eternamente optimista sirve para animarnos un poco.

Fernando Jáuregui.

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