MADRID, 16 (OTR/PRESS)
La intervención de los gobiernos para salvar del colapso el sistema financiero fue recibido con entusiasmo por los mercados financieros. Las bolsas reaccionaron de inmediato con subidas espectaculares. Sin embargo, alegría ha durado poco.
Si bien ha pasado el temor a que se produzca un hundimiento del mecanismo de pagos mundial, las fuerzas de la recesión siguen su curso y, obviamente, las plazas bursátiles recogen ese sentimiento de los inversores. El comportamiento de las bolsas es de una racionalidad apabullante aunque algunos se empeñen en creer lo contrario. En los próximos meses, la tendencia será bajista y no está claro cuando puede tocar suelo.
El valor de los activos bursátiles depende de la rentabilidad futura de las empresas. El declive de la bolsa durante esta última semana refleja que los beneficios empresariales van a sufrir un duro quebranto como consecuencia de la profunda recesión a la que se dirige con paso firme la economía nacional. En ese contexto, muchas compañías no sólo verán reducida su rentabilidad sino que pueden ir a la bancarrota. Con los mercados de crédito cerrados y la actividad en caída libre, las empresas no tienen los recursos necesarios para funcionar y muchos individuos tendrán que recortar sus gastos. Esto plantea un horizonte bursátil muy negro.
Por otra parte, si las fuerzas recesivas siguen erosionando la posición financiera de las compañías y de las familias pueden ser necesarias medidas mucho más agresivas que las adoptadas hasta ahora para evitar que esa situación ponga en peligro de nuevo la estabilidad de las finanzas. En el caso español, es muy posible que se llegue a materializar un escenario de esa naturaleza en los próximos meses. La tormenta financiera no ha terminado y el huracán económico sigue su curso. Estamos en un momento muy difícil y puede empeorar aun más en el corto y en el medio plazo.
Lorenzo Bernaldo de Quirós.
