Fernando Jáuregui – Disparos de sal gorda sobre Kirchner


MADRID, 23 (OTR/PRESS)

La furia estalló en algunos medios españoles: «montonera» y «ave de rapiña» han sido los calificativos que han caído, desde ciertos micrófonos radiofónicos especialmente exaltados, sobre la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, tras su decisión de nacionalizar los fondos de pensiones y jubilación, en perjuicio de intereses españoles. Otros periódicos han sido, es cierto, más comedidos ante el «cristinazo», pero nadie olvida en los medios financieros y empresariales españoles las descalificaciones globales de la jefe del Estado argentino contra los emprendedores españoles en el país hermano, ni su actuación en el caso «Aerolíneas Argentinas», ni su aparente animadversión contra Repsol…

Existe una indudable inquietud entre los inversores españoles en América Latina, en general -con excepciones claras, como la de México–, y en Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador, muy en particular. El porcentaje de beneficios se ha reducido, aseguran algunas fuentes, hasta una media del veinte por ciento y las dificultades «políticas», que en ocasiones llegan, en la versión de estas empresas y bancos, hasta la inseguridad jurídica, podrían llevar a un replanteamiento de estas inversiones. No cabe olvidar los casos de los bancos Santander y Bilbao Vizcaya en Venezuela, de donde las dos principales entidades financieras españolas han querido salir cuanto antes.

Pero el gobierno de Rodríguez Zapatero parece más preocupado aún por las descalificaciones radicales dirigidas desde distintos ámbitos españoles contra algunos mandatarios latinoamericanos que por los propios perjuicios «coyunturales» que puedan estar sufriendo las empresas españolas instaladas en las naciones americanas. Y es que las connotaciones diplomáticas de los conflictos económicos pueden ser graves. El gobierno de Zapatero, y la propia jefatura del Estado, es decir, el Rey, acudirán la semana próxima a una «cumbre» iberoamericana, en El Salvador, que amenaza con convertirse en la más difícil de las dieciocho que se han celebrado hasta la fecha.

Nunca el panorama estuvo tan revuelto en la zona y a ello hay que sumar las incertidumbres que provienen de una crisis económica global, que quizá afecte algo menos a Iberoamérica que a Europa y a los Estados Unidos, pero qué duda cabe de que a todos implica y a nadie puede dejar indiferente.

La gran pregunta es si, con estos presupuestos, esa «cumbre» iberoamericana, en la que «a priori» se cuenta con la asistencia de todos excepto del brasileño Lula (cuestiones de agenda, derivadas de su creciente importancia como líder de los estados emergentes), puede mantenerse con el temario central actual («Juventud y Desarrollo»), demasiado genérico. O si más bien debería convertirse en una especie de reunión sectorial ante esa gran conferencia convocada por Bush, pocos días después de la reunión salvadoreña, para buscar soluciones a la situación económica.

Ya sabemos que Zapatero es muy poco probable que acabe siendo invitado a la importante «cumbre» de Camp David. Pero qué duda cabe de que los países iberoamericanos agradecerían que algunas voces (la propia Kirchner, el mexicano Felipe Calderón) los representen a mediados de noviembre ante los más ricos del G-8 y los «emergentes» del G-13. ¿Será posible encontrar en El Salvador una posición común de los iberoamericanos, vistas las posiciones a veces «periféricas» –vamos a llamarlo así– de mandatarios como la presidenta argentina o el venezolano Chávez? La propia operatividad de estos encuentros iberoamericanos, que, de una manera u otra, han venido prolongándose desde 1992, puede estar ahora en juego. Nada menos.

Fernando Jáuregui.

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