Consuelo Sánchez-Vicente – Una cuestión de dignidad


MADRID, 26 (OTR/PRESS)

Comparto la impresión de que el empeño del presidente Bush de erigirse en padre fundador de la refundación del capitalismo es un burdo intento de lavarse la cara tras ocho años catastróficos para el mundo, da igual el parámetro que utilicemos como referencia: la paz, la libertad, la economía… La administración Bush deja los valores de nuestra civilización occidental en entredicho y las cuentas en la ruina. Es una pena que la cumbre mundial de la crisis tenga que celebrarse bajo su mandato, porque aunque para el 15 de noviembre ya habrá nuevo presidente USA, hasta enero no se producirá el relevo. Pero, a poco que la Unión Europea se respete a sí misma, me parece que no puede aceptar que sea Bush quien decida quien va y, sobre todo, quien no va a esa cita

España, nuestro país. De acuerdo en que no pertenece a ninguna de las «G» convocadas y en que en algún punto hay que establecer el «corte». Pero la lista de miembros de estos clubes no responde a patrones fijos, ha ido cambiando en función de las conveniencias del momento, que incluso han propiciado la presencia de algún invitado especial en alguna de las cumbres de estas «G». Y la situación que estamos viviendo es tan extraordinaria que nadie que tenga una idea o una experiencia que aportar a la «refundación» debería faltar. Lo que ha hecho quebrar el sistema ha sido la insensata eliminación de controles del Estado sobre el Mercado, propiciada con ahínco por la administración Bush. Y ahora que todo el mundo dice que hay que hacer es restablecerlos, sería un sarcasmo que el país donde mejor están funcionando esos controles -el nuestro: España- no pueda acudir a esta cita… porque lo dice Bush.

La mutua antipatía que se dispensan Bush y Zapatero no es un secreto para nadie, y que quien empezó fue nuestro presidente, tampoco. Que Zapatero todavía no se haya disculpado por no levantarse al paso de la bandera estadounidense cuando era líder de la oposición yo creo que es pertinacia en el error: ofendió al pueblo estadounidense. Pero, dos errores no hacen un acierto. Las relaciones entre los Estados no pueden depender de la simpatía entre sus líderes, ni de sus errores personales. Y, cuando interesa, no dependen. Estamos hartos de verlo. Se caigan como se caigan personalmente, los líderes políticos están obligados a preservar las buenas relaciones entre sus pueblos. Zapatero ha sido elegido presidente del gobierno por los españoles. Y no es a él, sino a España, a quien ofende este intento de exclusión. Consuelo Sánchez-Vicente.

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