MADRID, 27 (OTR/PRESS)
Hay un libro que ya no va a escribirse. Lo sé muy bien, porque el autor era yo. Se trataba de un libro sobre la transición económica, centrado en la figura de José María Cuevas. Hablé durante horas, pero no las bastantes, con el ex presidente de la patronal, por quien sentía una profunda admiración y un enorme respeto. Había comenzado a contarme aspectos inéditos de su larga y fructífera trayectoria político-empresarial. Pasajes desconocidos que ya nunca tendrán desarrollo. No buscaba ni pasar a la Historia -ya ha pasado, sin necesidad de biografía alguna-, ni quería un libro hagiográfico. Tampoco deseaba vengarse de algunos de los personajes con los que tuvo algún encontronazo a lo largo de su carrera, como Manuel Fraga o José María Aznar. Me dijo, y así creo que era, que lo que él quería era restablecer una verdad histórica: fui yo quien decidí, como autor sin compromiso con él, que José María Cuevas debía ocupar el primer plano en la obra que yo, por mi propia iniciativa, había emprendido.
Ya no podrá ser, porque los secretos de Cuevas era él quien los conocía, y pocos más. Claro que se ha perdido mucho más que un libro, o incluso que algunas revelaciones más o menos sensacionales: hemos perdido un pedazo de historia viviente, uno de los hombres que más hizo para que la transición, y la etapa posterior, se desarrollasen sin traumas, sin enfrentamientos, con el pacto por encima de todo. Porque Cuevas era un convencido de que con la conversación, el entendimiento y el acercamiento se conseguía mucho más -a la vista está- que con la inflexibilidad, el enfrentamiento y la dureza.
Una gran, enorme pérdida.
Fernando Jáuregui.
