Julia Navarro – Escaño Cero – Las piedras de la muerte


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

No sé cuál es su nombre, las agencias de prensa internacionales no lo han apuntado pero su rostro con una sonrisa amplia, alegre, casi confiada ha dado la vuelta al mundo como protagonista de una noticia terrible. La noticia de la agencias nos informa de que islamistas somalíes condenaron a una mujer a ser lapidada hasta la muerte acusada de adulterio. Apenas cuatro líneas junto al rostro anónimo que nos sonríe desde la fotografía, un rostro enmarcado por un velo que le cubre el cabello. Ya está, así de fácil, así de terrible.

Y sus asesinos, quienes la lapidaron, no se conformaron solo con acabar su vida, sino que dispararon a la multitud, que se agolpaba para conteplar el macabro espectáculo, cuando un familiar de la mujer corría hacia ella, quizá para socorrerla. Entonces, en ese momento, las balas de esos fanáticos asesinos segaron también la vida de un niño que estaba allí, en esa plaza de Kismayu,en el sur de Somalia.

¿Qué tipo de monstruos habitan en esos hombres,ese grupo de islamistas, capaces de asesinar a una mujer acusándola de adultrrio?¿Por qué tienen tanto miedo a las mujeres o tanto odio? ¿Acaso se sienten impotentes ante una mujer que araña un resquicio de libertad?Dirán ustedes que con la que está cayendo en el mundo a cuenta de la crisis financiera, o en nuestro país a cuenta de los dimes y diretes de los unos y los otros, por qué me ocupo de escribir de una mujer de la que ni siquiera sé su nombre y ha sido asesinada a tantos miles de kilómetros de distancia. Y la respuesta es que me parece imprescindible continuar alzando la voz ante esos fánaticos que en nombre del Islam asesinan a mujeres, o las reducen a la nada, a subpersonas, encerrándolas detrás de cuatro paredes, como si la virtud tuviera algo que ver con los metros de tela que a una le envuelven, o con la condena a no relacionarse de igual a igual con otros seres humanos.

Me niego a aceptar que estas acciones son fruto de una «cultura» diferente, porque el asesinato nada tiene que ver con la «cultura» ni la manera de sentir ni de ser de ningún grupo humano. Lapidar a una mujer es precisamente un ejemplo de todo lo contrario, es decir de incultura, fanatismo, odio, violencia, y sobre todo de impotencia, quienes maltratan o asesinan o encierran a las mujeres tienen un problema grave consigo mismos que deja al descubierto la fragilidad de su hombría.

Siento rabia, sí, una rabia profunda e intensa, y pienso que aún hay mucho camino que recorrer para hacer realidad la Declaración de los Derechos Humanos, así como que la causa del feminismo está más en vigencia que nunca,porque aún hay muchos lugares donde las mujeres son poco menos que nada. ¡Menuda hazaña la de ese grupo de islamistas¡ ¡qué valientes y qué hombres se han debido de sentir asesinando a una mujer indefensa¡ ¡Menuda pandilla de impotentes¡¡y cuánto asco dan¡.

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