MADRID, 29 (OTR/PRESS)
Según los últimos y más penetrantes análisis sobre el divorcio político entre el Partido Popular y la Unión del Pueblo Navarro, todo esto es consecuencia de las maquinaciones un punto diabólicas de ese Pepiño Blanco que escondería, tras las espesas gafas, el alcaloide de la astucia en estado puro: cediendo el PSOE el poder a UPN en Navarra y enredándola con él en una alianza de gobierno regional con ramificaciones en el del Estado, tarde o temprano tendría que surtir el efecto que ha surtido, el mosqueo brutal del PP y la propia descomposición de su sucursal navarra, ahora autónoma y crecida, sustanciada en una lucha cainita entre peperos y upeenes.
Aunque a uno le cuesta suponer en nuestros políticos tanta inteligencia, aunque sea del subgénero maquiavélico, bien pudieran haber sido las cosas como esa hipótesis señala, teniendo en cuenta que la única política que se hace en nuestro país es del tipo electoralista y partidario, pero si ha sido así, si en el origen de la ruptura del pacto entre las derechas navarras se halla el designio del PSOE de hacerles una mala jugada (buena para él), y aun concediendo la bondad de una maniobra contra los estamentos más reaccionarios de la comunidad foral, no deja por ello de ser denigrante que para conseguirlo, el PSOE, que tenía la llave de la gobernabilidad, sacrificara no sólo la ocasión de constituir con Nafarroa Bai un gobierno de progreso de centro-izquierda, sino también la de demostrar con hechos aquello que se esgrime siempre contra lo violento, lo delictivo y lo montaraz: que mediante la acción política respetuosa y pacífica, y con sumisión a las reglas del juego instituidas, se puede reivindicar cualquier cosa, proponer cualquier alternativa y, con la anuencia de los lectores, lograr cualquier objetivo.
Posiblemente ha salido del PSOE, o de cualquiera de sus periodistas, ésta versión de la maquinación exitosa contra la derecha como justificativa y hasta apologética de la charranada que les hizo a sus propios electores al pactar con UPN en vez de con los más afines a la ideología de muchos de sus votantes, por no hablar de la que le hizo al mismísimo Partido Socialista de Navarra el Partido Socialista de Ferraz.
Rafael Torres.
