Andrés Aberasturi – Moratorias y delegados


MADRID, 3 (OTR/PRESS)

Basta que el Gobierno anuncie una medida nueva -las repetidas disfrazadas no valen- para que desde la oposición, foros de Internet y sectores implicados comiencen las críticas unas veces más razonada que otras, según le vaya a cada cual: los que viven de alquiler, se quejan de que ellos, que no se han metido en hipotecas por responsabilidad, van a pagar las ayudas de la llamada moratoria hipotecaria y lo mismo dicen los que se erigen a portavoces de las clases medias (con hipotecas superiores las previstas) y en general los trabajadores y familias que, pese a trabajar uno de los dos, ni parece que vayan a tener derecho a la moratoria, ni llegan a fin mes. Y luego la legión de los que afirman que esto es pan para hoy y más hambre para mañana, otro parche populista o una nueva improvisación de cara a la galería.

La verdad es que hasta ahora sólo tenemos el anuncio y habrá que ver cómo queda lo que apruebe el próximo Consejo de Ministros, a quién va a afectar realmente, cómo se puede uno acoger a esa moratoria, qué burocracia va a requerir la implantación de la medida etc. De entrada ya se puede ver que va a generar polémica y de salida, uno anda escarmentado porque aquí estamos un poco acostumbrados a cosas raras: la ley de Dependencia -que la siguen vendiendo como un hecho consumado- no hay forma de aplicarla seriamente e incluso se está utilizando perversamente en alguna que otra comunidad; el plan VIVE de Sebastián ha sido, sencillamente , una risión y eso que se le advirtió desde el primer día; la política de alquileres de viviendas y «espacios habitacionales» pertenecen ya por derecho propio al anecdotario y sólo lograron que algunos recibieran gratis una par de zapatillas deportivas; lo de los 400 euros para activar el consumo pasará a la historia de los esperpentos económicos y así podríamos seguir con la bombilla de Sebastián o los absurdos eufemismos para evitar la palabra «crisis» tantas veces negada.

Pero la medida de la moratoria hipotecaria está ahí y de entrada no suena mal aunque podía ser más generosa en todos los sentidos: hay autónomos que intentan mantener su pequeño negocio abierto o asalariados con contratos basura que no pueden tampoco con su hipoteca y todo parece indicar que no les va a pillar la ayuda. A ver cómo se articula y qué dicen los bancos y cajas, que es otra.

Pero quizás Fidalgo tenga algo de razón: a las medidas anunciadas «les falta un hervor» y ese problema, pienso, es el que ha acompañado buena parte de las iniciativas del Presidente del Gobierno. Cuanto se trata de que la Administración ahorre en gasto corriente, se saca de la manga un ministerio nuevo -e inútil- en lugar de echar el cierre a dos tres -igual de inútiles en un país tan descentralizado- y siguen aumentando consejeros, delegados de delegados y subdelegados de todo tipo. Un señor que viva en un pueblo de una comunidad autónoma cualquiera tiene a un concejal de cultura (que sea de cultura es solo un ejemplo) en su ayuntamiento, un diputado de cultura en su provincia, un delegado de la consejería de cultura de su comunidad, un consejero de cultura en su gobierno autónomo, un delegado del Gobierno Central y todo un ministerio estatal de Cultura.

No sé, pero mucha cultura me parece a mí. Pues multipliquen eso por todas las carteras, sumen sueldos, dietas y arreglos de despachos y ya verán la cifra a la que se llega. Moratorias si, pero ¿de verdad se necesitan tantos ministerios y tanto alto cargo?

Andrés Aberasturi.

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