Isaías Lafuente – Bye, bye, Bush


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

El término histórico está tan manoseado que ya da pudor utilizarlo. Pero si no lo usáramos para definir las elecciones presidenciales en EE.UU. incurriríamos en una elusión histórica. Lo han sido porque han desbrozado para siempre el camino para que un ciudadano negro ocupe la Casa Blanca, y eso en el país que echó raíces con el abono de la esclavitud y que mantuvo leyes segregacionistas hasta entrados los 60 del pasado siglo, tiene una importancia de magnitudes históricas. También lo han sido porque nos permiten despedir a uno de los presidentes norteamericanos más nefastos de la historia, para EE.UU. y, en lo que nos incumbe, para el mundo.

George Bush llegó a la presidencia de un país con las arcas llenas y en ocho años ha conseguido transformar el superávit de 168.000 millones de dólares que le dejó Clinton en un déficit de 400.000, situando al país más rico del mundo al borde de una recesión desconocida desde el crack de 1929. Además de dilapidar la hucha del Estado ha conseguido hacer trizas la enorme popularidad que acumuló tras los atentados del 11S, a la que ni siquiera llegó el carismático J. F. Kennedy, hasta situarse en la cola de los presidentes más impopulares, por debajo incluso de Nixon. No es extraño que Mc Cain le haya escondido tras las bambalinas en su campaña y haya evitado cualquier referencia, para no intoxicarse. Y por si todo esto fuera poco, Bush también ha tenido que tragarse su ideología ultraliberal y desreguladora para convertirse en el presidente más intervencionista de la historia de EE.UU.

Fuera, las cosas no han ido mejor. Sus teorías de la guerra preventiva, de la lucha global contra el terrorismo, del eje del mal, han situado al mundo ante el espejo de la indecencia. Una guerra ilegal basada en mentiras amañadas, las crueles torturas a presos iraquíes en Abú Graib, los secuestros de prisioneros por parte de la CIA y la indecente prisión de Guantánamo son hitos difícilmente superables en la historia de la infamia universal. Y todos ellos forman parte de la herencia que Bush deja a su sucesor y al mundo.

El próximo inquilino de la Casa Blanca prepara a estas horas sus maletas para el traslado. Recibe la peor de las herencias posibles, un territorio cargado de minas por una gestión incompetente. Su mandato acumulará aciertos y errores; los historiadores juzgarán cuando acabe su mandato si ha sido buen, regular o mal presidente. Pero difícilmente será peor que George Bush. Eso que nos quitamos de encima…

Isaías Lafuente.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído