Pedro Calvo Hernando – Obama y la revolución moral


MADRID, 7 (OTR/PRESS)

El renacimiento de la libertad según Abraham Lincoln va a ser el lema del discurso de Barack Obama el 20 de enero en su toma de posesión. El presidente electo sigue decidido a devolver a su país y al mundo la dignidad, la seguridad, la libertad, la esperanza y la decencia perdidas en esta pasada etapa de predominio de la cuadrilla neocon, capitaneada por el agresor de Irak y sus compinches.

Esa cuadrilla que aprovechó el drama del 11-S para cubrir de fango a la gran democracia americana, cercenar las libertades conseguidas durante más de dos siglos, enriquecer a sus amigotes con el comercio de armas y otras canalladas, propiciar la actual crisis económica, reinstalar la tortura como sistema de lucha contra el terrorismo no de Estado y envilecerse y tratar de envilecer a personas y Gobiernos dispuestos a someterse a sus dictados, caprichos y obsesiones. Sólo con que Obama cubriera la cuarta parte de sus proyectos, ya podríamos darnos con un canto en los dientes y alentarle para que cubriera las otras tres partes en un segundo mandato.

El discurso del Grant Park de la madrugada de la victoria se va perfilando como la nueva biblia laica de las transformaciones profundas que el mundo necesita, empezando, claro, por la propia América del presidente electo, y partiendo de su proclama de que «el cambio ha llegado a América». Desde Lincoln, John Kennedy o Salvador Allende, entre otros, no habíamos vivido una revolución moral semejante ni una parecida inmersión en un mundo de ilusiones y esperanzas como el vislumbrado ahora, a juzgar también por la reacción generalizada de las opiniones públicas y el eco en los medios de comunicación.

Al final, el color de la piel de Obama ha dejado de ser determinante del cambio, para pasar a serlo su mensaje y su capacidad de transmitirlo a todo el planeta. En España, hipócritas y caraduras aparte, se ha producido una tremenda descarga eléctrica que ha conmovido y convulsionado a lo mejor de la ciudadanía, en buena parte por encima de las barreras ideológicas, pues el hartazgo ultraliberal había contagiado a casi todos.

Pedro Valvo Hernando.

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