MADRID, 11 (OTR/PRESS)
El presidente Zapatero tiene el horizonte más despejado, si no fuese por el dolor por los dos soldados españoles muertos en Afganistán, hecho que debería llevarle a la reflexión sobre qué pintamos en ese país, como tantas veces tengo escrito y otras dicho a él de modo más directo. En ese país asiático las cosas van de mal en peor y nuestra presencia se diluye en las brumas sobre la legitimidad de una intervención internacional llena de ambigüedades y contradicciones, sin contar con la presión negativa de las muertes de inocentes producidas por el Ejército USA, sobre todo en la población civil, lo que envenena más a la insurgencia y a la población en general.
Pero al presidente español se le despeja el horizonte con el triunfo electoral de Obama, con el que tiene ya química, poniendo fin a una larga etapa de vejaciones por parte de George Bush como venganza por un comportamiento de Zapatero que al final los hechos han reconocido totalmente como el más correcto y el más cercano a los postulados de la paz mundial. Con Obama ahí, Zapatero va a ganar en peso internacional, pues es uno de los mandatarios más cercanos a él ideológica y moralmente, como se ve claramente al contemplar la trayectoria y la filosofía de ambos. Eso es así, por muchas que sean las añagazas de Rajoy, que pretende ahora convertirse en un pregonero de Obama, cuando él y su partido no han sido otra cosa que repetidores de Bush y de los frustrados aspirantes republicanos a la presidencia y vicepresidencia.
Y ahora Zapatero, con su silla asegurada el día 15 en Washington, ya puede dedicarse, como lo hace, a medir la temperatura de las fuerzas políticas, sociales y económicas de España, para trasladar a esa cumbre una síntesis de las propuestas e inquietudes de todos. Una cumbre a la que seguramente hemos sobrevalorado todos, empezando por Zapatero. Es evidente que lo prioritario son las familias y las pequeñas y medianas empresas, es decir, los trabajadores españoles. Esto último es elemental, pero vivimos en un mundo en que las obviedades no parecen tan obvias.
Pedro Calvo Hernando.