Isaías Lafuente – Cuestiones gaseosas


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

El vicepresidente del gobierno ruso, Alexander Zhukov, anunció ayer la intención de la empresa Gazprom de hacerse con el 20% de Repsol que vende la empresa Sacyr Vallehermoso. Lo hizo en una rueda de prensa tras mantener una entrevista y un almuerzo con el ministro de Industria Miguel Sebastián que, aparentemente, se quedó igual de atónito que los periodistas y dijo no tener ni idea de la operación. La cosa daría para un artículo sobre de qué narices hablaron entonces en la reunión. Otro se podría armar sobre la situación de una empresa como Sacyr Vallehermoso que hace un par de años se comía el mundo y ahora está dispuesta a perder la mitad de la inversión en Repsol para conseguir algo de liquidez que le permita seguir tirando. Pero lo sustancial está en la operación que se anuncia, que dará que hablar en los próximos meses si nos atenemos a intentos previos como el de EON sobre Endesa.

La crisis económica global en la que andamos navegando ha evidenciado algunas paradojas de la economía de mercado. La fundamental, que el mercado es capaz de generar problemas que es incapaz de resolver. Consecuencia de ella surge la segunda, que los estados profetas y apóstoles del libre mercado se han tenido que tragar los pergaminos de su doctrina para convertirse en interventores nacionalizadores. La tercera, la más preocupante, es que ni así el enfermo termina de reaccionar.

La operación de Gazprom sobre Repsol que ahora se anuncia, y que aún no ha confirmado ninguna de las partes, deja algunas cuestiones interesantes que vuelven a poner al sistema frente al espejo. La primera es si un ámbito de libre mercado como es la Unión Europea puede ser el tablero sobre el que extienda su poder una empresa monopolística en la producción y distribución de energía como es el gigante ruso. La segunda es si un país como España, que ha privatizado todo su sector público rentable, puede ahora consentir que una empresa privada española caiga en manos de un emporio estatal y extranjero. La tercera es si Repsol, que es una empresa fundamental de un sector estratégico para la economía nacional, debe desplazar el peso de la toma de decisiones a Moscú. Y la cuarta se refiere a si en un momento crítico en las bolsas, en el que muchas empresas sólidas y con suculentos beneficios ven arrastradas sus cotizaciones a niveles que están en algunos casos por debajo del valor de sus activos, deben consentirse operaciones de esta magnitud que pueden cambiar equilibrios empresariales para siempre.

Después está la libérrima voluntad de Sacyr para vender y el legítimo deseo de Gazprom de comprar. Eso ya lo sabemos. Pero esos derechos son tan legítimos como las dudas que suscita la operación. Sobre ella se tendrán que pronunciar con la ley en la mano el Gobierno español y la Unión Europea. Y quizás las mesas de trabajo que se constituyan en Washington a partir del sábado para reconvertir el sistema financiero mundial deberán considerar también estas cuestiones y elaborar respuestas globales, para que todos sepamos a qué atenernos.

Isaías Lafuente.

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