MADRID, 14 (OTR/PRESS)
La Cumbre del G-20 se inicia con un dato en caliente: los países de la OCDE han entrado en recesión. A la crisis financiera se la suma la económica en un panorama desconocido desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado. La idea de un Bretton Woods II, el acuerdo que alumbró el sistema financiero y económico mundial después de la Segunda Guerra Mundial tiene pocos visos de convertirse en realidad. En primer lugar, aquel encuentro se produjo después de un trabajo previo de muchos meses que desembocó en un proyecto claro de reforma. Los responsables de los diversos estados estuvieron reunidos veintidós días hasta parir el nuevo modelo. Además, EE.UU. estaba en la cúspide de su poder político, militar y económico.
Ahora el escenario es diferente. No existe un acuerdo sobre lo que hay que hacer. No se ha producido ningún material previo sólido para discutir y la reunión está presidida/convocada por una Administración sin crédito y de salida. Cada país lleva su propia receta para afrontar la crisis. Todo indica que era necesario dar la sensación de que había que hacer algo para dar confianza o, al menos, transmitir la imagen de que las veinte mayores economías del mundo están dispuestas a actuar. Sin embargo, las expectativas creadas por la reunión no se verán satisfechas. En el mejor de los casos será el preludio de reuniones posteriores para combatir la crisis pero nada más.
En la práctica, los gobiernos están buscando vías propias para afrontar el desplome económico-financiero. Cada país busca la salvación por si sol. La política monetaria parece haber tocado techo en su capacidad de acción y ahora todo el mundo se orienta hacia estrategias presupuestarias expansivas, a aumentar el gasto público como medicina para salir de la recesión. Estas iniciativas generarán descomunales déficit públicos que será necesario financiar, antes o después, con nuevas subidas de impuestos. En el corto, las necesidades de financiación de los Estados absorberán recursos crecientes a costa de las familias y de las empresas que no tendrán plata para gastar e invertir.
Lorenzo Bernaldo de Quirós.
