MADRID, 15 (OTR/PRESS)
Los países de la llamada zona euro han entrado en recesión o, lo que es lo mismo, en una caída de su producto interior bruto durante al menos dos trimestres consecutivos. A falta de mejores argumentos, algunos justifican y comparan la crisis de España, también al borde de la recesión, con la de otros países de su entorno, pero hay que tener mucho cuidado con este tipo de comparaciones y de análisis, a veces propios de ese refrán que dice «mal de muchos, consuelo de tontos». Veamos algunas razones.
Es verdad que España se coloca en la senda negativa de otros países, pero aquí el problema es mucho más grave, porque la economía viene de crecer a unas tasas que esos otros países ni llegaron a imaginarse. Eso quiero decir que mientras otros pasan de crecer al 1% a contraer su PIB en un 0,5%, sin apenas repercusiones en el empleo -caso de Alemania, por ejemplo-, en España estamos bajando de crecimientos sostenidos muy por encima del 3% a crecimientos negativos, con diferenciales de hasta cuatro y cinco puntos, según las fechas que escojamos para comparar datos, lo cual es una barbaridad en términos de PIB.
Por desgracia, no es sólo un problema de cifras ni de pesados ratios y porcentajes, sino de personas. Como es sabido, a España le cuesta muchísimo crear empleo por debajo del 3% de crecimiento del PIB, con lo cual cualquiera puede imaginarse el drama que se nos viene encima. Llevamos meses quejándonos de que las hipotecas se habían disparado y que eso suponía incrementos de gasto para las familias de 300, 400 ó 500 euros, lo que es mucho dinero, claro está, pero muy poco en comparación con la pérdida de sueldos que son cuatro o cinco veces superiores a esas cifras. Por eso mismo, no nos dejemos cegar por ciertas luces que nos encienden desde Washington. Si en algo hay que resumir la crisis en España es en el paro. No nos engañemos a nosotros mismos, porque los que nos viene encima puede ser terrible para todos si no le buscamos algún remedio. En Washington seguramente encauzan otras cosas, que también son importantes y decisivas, pero no los problemas que deben resolver en España las administraciones públicas, las empresas y los trabajadores. Es decir, nuestros propios problemas.
José Luis Gómez.
