Consuelo Sánchez-Vicente – No sólo la economía


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

El margen de maniobra ante la actual crisis económica es tan estrecho que la solución no podía salir de una reunión por importante que fuera, y el mayor mérito de la cumbre de Washington ha sido admitir la realidad: aunque representan el 90% de la riqueza del mundo y el 80% del comercio mundial los miembros del G20 han aprobado un segundo paquete de «tiritas». El primero tenía como objetivo evitar el colapso del sistema financiero internacional. El que ahora se ha aprobado, evitar el colapso de las economías familiares. La llamada economía real. El modelo es el mismo que era: la economía de mercado. Sencillamente no hay otra alternativa. Las tiritas, tanto las del primer paquete como las del segundo, sólo pueden salir del bolsillo de los ciudadanos porque no hay otra fuente de ingresos al alcance de los gobiernos que ese dinero: el dinero público.

La respuesta sólo puede ser coordinada porque la crisis es global. Pero el tabú de que las ayudas públicas a las empresas privadas y a las familias atenta contra la libertad de mercado es historia. Será cada país el que decida cuánto dinero puede inyectar a la economía real para reactivar el consumo. Pero ese dinero será dinero público. Otra vez cifras mareantes de miles de millones. Como las anteriores, para evitar el colapso del sistema financiero, también éstas saldrán de los presupuestos generales de cada estado. Que funcionen es el problema, como también era el problema del «primer paquete de tiritas».

Los miles de millones que pretendían devolver la confianza al sistema financiero para que volviese a fluir el crédito hacia las empresas y hacia las familias no están funcionando como se esperaba. En la mayor parte de los casos se han quedado, como era de temer, en las cajas fuertes de los bancos por el miedo de éstos a no poder hacer frente a sus propios compromisos económicos. El calado de la infección producida por los llamados «activos tóxicos» todavía está por determinar, y hasta que no se aclare es iluso o ingenuo esperar que termine la desconfianza de los bancos entre ellos mismos y en el sistema financiero. Evitar el pánico es lo que ha conseguido, por lo menos, el primer plan de rescate de los gobiernos: el rescate de la banca, pero restablecer la confianza todavía es un objetivo que aparece lejano.

El control, supervisión y reforma de los mercados financieros es, en mi opinión, la clave de la recuperación de esa confianza. Ni siquiera se puede decir que hayan fallado los controles internos del sistema financiero: no han funcionado porque se eliminaron. El círculo de la avaricia de unos pocos es lo que ha estado a apunto de hacer irreversible el naufragio, y la recuperación de la confianza pasa por controles fiables que alejen el fantasma del miedo de la economía y de las familias. La crisis económica encerraba o en realidad todavía encierra, un peligro aún mayor en su seno que la simple quiebra del sistema financiero: Por las graves consecuencias sociales que ya ha empezado a producir el paro, llevaba camino de convertirse en una crisis política de dimensiones también globales. En las reuniones que sigan a esta cumbre de Washington es donde hay que buscar la respuesta a la pregunta de si es posible, no sólo la supervivencia de un modelo económico, el nuestro, sino la propia viabilidad de nuestro modelo de civilización, de cultura, y de organización social.

Consuelo Sánchez-Vicente.

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