José Cavero – Treina y tres años sin Franco


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Muy a menudo, en los años siguientes al fallecimiento de Franco, se solía recordar que el dictador había muerto en la cama, y tras ímprobos esfuerzos, por parte de la ciencia médica para mantenerle en vida, con el marqués de Villaverde al frente. Treinta y tres años después de aquel 20-N de la muerte de Franco, bien puede asegurarse que el franquismo aún resiste y no se resigna a su desaparición física.

Ni la Ley de la Memoria Histórica , ni los esfuerzos infructuosos de Garzón por sentar en el banquillo a aquel régimen, nada ha podido y en muchos caminos de España, en fincas agrícolas, siguen pudriéndose los restos humanos de los perdedores de aquella guerra que enfrentó a los españoles durante tres años, con armas en las manos, y que sigue enfrentando a no pocos de manera dialéctica pero también sin cuartel. A día de hoy, no está del todo claro quién habrá ganado o terminará ganando aquella guerra incivil.

Pero estamos viendo estos días en reportajes televisivos algunas de las historias que muchos ni siquiera llegaron a imaginar, como la que recuerda la existencia de miles de niños nacidos en familias de republicanos que fueron secuestrados a sus padres y reeducados en «ambientes más propicios» a aquel régimen que, lo que también pudo haber dejado perplejos a muchos hace quince o veinte años, argumenta que la razón de la sublevación estuvo siempre de su parte, y que niega que existiera «golpe de estado» contra un gobierno legalmente constituido. Según estos historiadores revisionistas de aquellas historias, los golpistas fueron precisamente los republicanos, y Franco y sus generales se habrían limitado a recuperar la legalidad perdida por el desorden…

Pues bien, así se está escribiendo, o reescribiendo la historia, a gusto del consumidor. Y entre tanto, aunque la mayoría de los ciudadanos de este país ya no tienen recuerdos directos, ni muchas veces tampoco de sus familiares de aquellas historias de hace setenta años, sin embargo, «el asunto está que arde», y todavía la pasada madrugada fue posible ver a grupos falangistas en dirección al Valle de los Caídos para honrar la memoria de Franco, como cualquier otro 20-N.

Sin duda, el «caso franquismo-antifranquismo» ha sido replanteado o renovado en las últimas semanas por el juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, con su propósito de pedir responsabilidades a Franco y sus colaboradores de entonces. Garzón, finalmente, ha arrojado la toalla, pero faltará aún un tiempo para que las aguas vuelvan a sus antiguos cauces. Hay muchas tierra apenas removida, en muchos pueblos de España, y sigue habiendo muchos descendientes de los caídos del lado republicano los que esperan a la recuperación de aquellas víctimas. Y sin embargo, familiares de víctimas están reclamando al fiscal Conde Pumpido que unifique los criterios de exhumación, mientras unos cuantos juristas e intelectuales se suman a Garzón y sus planteamientos ya decaídos. Durante muchos años se pensó que aquellas historias de franquistas y antifranquistas ya habían pasado a los anales. Hoy las vemos en su pleno apogeo y vigor. Algunas muestras son de hace apenas unas horas: la batalla por colocar o no en el Congreso una placa que recuerde a Santa María Maravillas. La presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, recuerda «el pasado violento del PSOE con la muerte de Calvo Sotelo», en el 36. Y la constatación de que un total de 194 vías públicas aún llevan nombres vinculados al franquismo. Los generales que atacaron la capital hace setenta años aún vigilan las esquinas de sus calles…

José Cavero.

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