Andrés Aberasturi – Carod y los presupuestos


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

No es fácil ponerse en la piel de nadie y menos aun instalarse en el corazón o los sentimientos que no se tienen, de forma que no me queda más remedio que admitir que, a estas alturas de siglo, alguna razón debe haber para que sigan teniendo la fuerza que tienen los nacionalismos. Yo ya he dicho que me siento cada día más ciudadano de Google y que mi pasión ciega por España termina en esta selección de fútbol (a la que da gusto ver jugar), el final de la Davis contra Argentina y el festival de Eurovisión. Es cierto que tengo unas raíces que son vascas, una ciudad que es Madrid y la casa que habito está en un pueblo hermoso de la campiña alcarreña como también que tengo un pasaporte europeo y un mundo entero por mejorar urgentemente. El resto, ya lo he dicho, es Google.

Tal vez por eso, porque no me resulta fácil identificarme más que en lo inmediato y con lo cercano, cada vez con mayor fuerza se va haciendo fuerte aquella idea que hace unos años resultaba casi pedante de puro «progre»: la de ciudadano del mundo. Pero aquello que entonces era poco más que una pose, es hoy una realidad que, se quiera o no, se impone como un hecho para bien y para mal: desde una crisis económica a una ayuda humanitaria.

Viene toda esta divagación a cuento de lo que estoy leyendo estos días sobre la hiperactividad de señor Carod Rovira: sus idas y venidas catalanizando el mundo, sus gastos, sus embajadas etc. Yo imagino que si fuera catalán, incluso si fuera nacionalista catalán, pediría al Presidente de la Generalidad que a Carod le diera de todo menos presupuesto porque me sentaría como un tiro que, con la que está cayendo, la muy francesa y noble ciudad de Perpiñán, rotulara sus calles en catalán siempre que fuera yo quien lo pagara.

¡Qué se lo pague Sarko, que para eso manda tanto¡ Pues no, el inefable Carod ha soltado creo que 120 mil euros de los bolsillos de todos los catalanes para que, debajo del letrero en francés, aparezca el nombre de la calle también en catalán. Y eso por no hablar de la embajada de Cataluña en la muy lejana Islandia o los numerosos estudios que por valor de siete millones de euritos piensa encargar fuera del Departamento o los casi cuatro millones más presupuestados para encuentros y reuniones bilaterales a lo que había que sumar otro millón de euros en atenciones protocolarias. No sé yo, pero me parece mucha reunión, mucho estudio y demasiado obsequio.

No sé muy bien que pensarán de todo estos los catalanes ni si el Presidente Montilla, que parece un hombre parco y juicioso, se ve en la obligación política de asumir ese alegre despilfarro por culpa del «tripartitisimo» o lo hace encantado y convencido. Tampoco voy a tener ocasión de preguntárselo y, si la tuviera, no creo que mereciera la pena perder el tiempo en esas cosas.

Pero no parece muy aconsejable, ni en Cataluña ni en la China Popular, andar despilfarrando el dinero en estos tiempos de cólera financiera. Allá cada cual con su presupuesto y si quiere tener atenciones protocolarias y reuniones bilaterales, el señor Carod sabrá por qué. Ahora bien, esa generosidad con Perpiñán parece algo excesiva: que se paguen ellos los letreritos de su bolsillo que bastante dinero nos dejamos todos viendo -traducida al castellano- «El último tango en París» cuando de verdad la verde libertad empezaba al otro de los Pirineos.

Andrés Aberasturi.

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