Andrés Aberasturi – Otra vez el debate Iglesia-Estado


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

Lo que nos faltaba era una sentencia judicial ordenando retirar los crucifijos de las escuelas públicas. Cuando el permanente desencuentro entre el Gobierno de ZP y la Iglesia española parecía medio dormido o al menos aparcado, surge ahora -y encima en Valladolid- esta sentencia que vuelve a poner en pie la guerra dialéctica entre las dos instituciones. Obviamente se han pronunciado sobre el tema -ampliándolo incluso, una vez más, a otras situaciones- desde Rouco hasta Cañizares pasando por Monseñor Amigo, el más tranquilo de todos.

Y la cosa no es fácil. Por una parte, objetivamente, la sentencia parece irreprochable aunque pueda ser especialmente sensible para muchos y por otra uno ya tiene dicho aquí en varias ocasiones que no se termina de entender cómo el Gobierno predica el laicismo con una mano mientras con la otra conserva, por ejemplo, la figura del «capellán castrense» o los funerales de Estado.

Este debate Iglesia-Estado nunca debió existir porque si se declara que el segundo es aconfesional, debe serlo con todas sus consecuencias y en todos los sentidos y la Iglesia Española -muy especialmente la española con un pasado vergonzosamente omnipresente y tantas veces cómplice- tendría que haber aceptado su nuevo papel con tranquilidad y sin crispaciones, con su derecho a opinar sobre lo que quiera pero sin intentar ni presionar ni ejercer su papel teóricamente dominante y tristemente excluyente. La moral de la Iglesia no tiene que coincidir necesariamente con la ética que debe regir una sociedad plural y todo intento de imponer la propia moral resulta, en ese sentido, sectario e injusto. Naturalmente que la Iglesia pude y debe hacerse oír y hasta advertir a sus miembros sobre su oposición al aborto, el matrimonio homosexual y hasta la asignatura de EPC; pero lo que no puede es tratar de imponer su pensamiento a un Gobierno que legisla al margen de ideas religiosas concretas y que lo único que hace es despenalizar y no obligar a nada ni a nadie. Será la sociedad española la que diga y haga lo que quiera y el mismo derecho tienen a acudir a los tribunales los que están en concreta de la asignatura de marras (la EPC) como los que no quieren que la Religión sea obligatoria.

Personalmente ni me molestan en absoluto los crucifijos en las escuelas ni me parece que el EpC sea «un adoctrinamiento socialista». Tampoco creo que esa especie de ofensiva nacida en la Gran Bretaña y que ya se va extendiendo por Occidente de un ateísmo militante, tenga mucho sentido. La conciencia es el último reducto realmente personal que le queda al hombre y en sus creencias no creo que deba entrar nadie. Pero también hay que reconocer que las religiones en general (no solo la católica) se han excedido con mucho imponiendo miedos, dogmas y costumbres difícilmente sostenibles a fecha de hoy. Pero me temo que no va ser fácil lograr esta tolerancia mutua y la ya vieja dialéctica entre religión y estado, no sólo no va a decrecer sino que se hará cada vez más patente y enconada. Claro que la sociedad, el pueblo, la gente, nosotros, vamos por libre. Es lo único que nos queda.

Andrés Aberasturi.

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