Fernando Jáuregui – El Estado del despropósito


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

Echo mucho de menos a aquel colega socarrón y bondadoso que se llamó Luis Carandell. Los más jóvenes no recordarán, claro, que hizo célebre su «Celtiberia Show», una muestra de las genialidades de la raza. Si Carandell siguiera vivo, que lamentablemente no, se pondría las botas: el show celtibérico está en su apogeo, la genialidad es más genial que jamás. ¿Quiere usted algunos ejemplos?

España, este país nuestro, ha sido calificada alguna vez de «Estado del cabreo». Ya no. Podríamos hablar del Estado de la atonía, del Estado de la indiferencia, del Estado del pasotismo, pero ya ni cabreo hay. Yo hablaría del Estado del despropósito, que es aquel en el que ya casi nada sorprende. Que un ministro ofrezca el envío de un par de bombillas de bajo consumo a cada español es una muestra de esa España españolísima en la que el surrealismo político ha encontrado buen acomodo. Sobre todo, cuando no hay capacidad en ese bendito país para fabricar tantos millones de bombillas, ni de lejos. Ni sueñe usted con recibir la suya, pero tampoco el gran ministro que lanzó la propuesta espera que usted, que es un buen súbdito, se la reclame, así que todos contentos.

Y ¿qué me dicen del episodio de la madre Maravillas y su placa en una pared de sede parlamentaria? Sin comentarios, que comentarios ya ha habido para todos los gustos. Claro que eso no es nada si se compara con la Hispania genuina y pertinaz que se encierra en el rechazo de la Mesa del Congreso a la iniciativa de quien esa Mesa preside, Don José Bono, quien había tenido la pertinente (a mi juicio) idea de convocar a varios notables a la lectura de la Constitución en su trigésimo aniversario. Le han dicho que no procede que acudan notables deportistas, como Rafael Nadal, a leer artículos de la Carta Magna porque hay también otros tenistas, por ejemplo, que no son invitados. Y, como es evidente, no todo el país, ni siquiera todos los personajes famosos del país, pueden ser invitados por el señor Bono para que lean un artículo de la Constitución, ni esta tiene tantos artículos para que tantos famosos acudan a leerlos, así que mejor olvidar la «bonada».

Claro que, teniendo en cuenta que hasta algunos de los padres de esa misma Constitución admiten, en privado y sin que sea posible ponerles delante un micro para que lo confiesen en público, que no pocos pasajes de esta Constitución, cuya vigencia incólume vamos a celebrar, están trasnochados.

O admitan conmigo que no deja de ser un rasgo de humor (acaso algo negro) que vayamos a aprobar unos Presupuestos que están claramente sobrepasados por la realidad: todos lo saben y, sin embargo, adelante con las cuentas para el año que viene, que no tendrán nada que ver con esas cuentas que se aprueban en el Parlamento, pero qué diablos importa: al fin y al cabo, se habrán aprobado los Presupuestos, que es lo que interesa a quienes nos gobiernan ¿Quieren más humor? ¿Qué mayor muestra de un sentido del humor que hasta ahora le desconocíamos que ese presidente del Gobierno, en pleno rapto tenístico, anunciando la creación de un Ministerio de Deportes delante de la ministra -claramente ignorante de la improvisada iniciativa- bajo cuya responsabilidad cae el deporte? Menuda inocentada con anticipación la del señor Zapatero a la señora Cabrera, jua, jua.

Bueno, al fin y al cabo este es el país que declaró oficialmente muerto a su dictador la víspera de que se conmemorase el trigésimo tercer aniversario de su fallecimiento. Luego dicen los agoreros de siempre que los suecos se ríen de nosotros…

Fernando Jáuregui.

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