Consuelo Sánchez-Vicente – Con otro acento.


MADRID, 2 (OTR/PRESS)

Lo que oigo comentar a los jóvenes de mi universidad sobre la polémica de si Esperanza Aguirre debía haber esperado a que saliese toda la delegación que encabezaba para salir ella de Bombay, es muy distinto del miserable «sálvese quien pueda» del que le ha acusado José Blanco, y muy distinto de la indignada respuesta del PP en defensa de su lideresa. Lo que se preguntan estos chicos y chicas es qué demonios hacía esa delegación oficial de políticos y empresarios madrileños en uno de los dos hoteles de superlujo de Bombay, en plena crisis.

Por qué con la que está cayendo y la desesperación que el paro que no cesa causa a los parados, no eligieron otro hotel más modesto. Si las gestiones para captar inversores indios en Madrid que inspiraron este viaje requerían tal dispendio, o si lo que pasa es que a fuerza de saltar del despacho al coche sin pisar la calle, los dirigentes acaban por confundir valor y precio, y solo en lo caro encuentran dignidad

Sobre la otra reunión que interrumpieron los salvajes terroristas que atacaron Bombay, la delegación del Parlamento Europeo que encabezaba el eurodiputado de CiU, Ignasi Guardans, también para impulsar las relaciones comerciales y económicas India-UE; mis estudiantes decían exactamente lo mismo, les llamó la atención lo mismo que en la reunión de la delegación madrileña: la dependencia del lujo que desata el poder entre gentes corrientes, como son la mayoría absoluta de los políticos, que de repente no se imaginan más que volando en primera hacia hoteles de cinco estrellas y a dieta de restaurante de cinco tenedores

He querido escribirlo el día que el paro está a un pelo de reventar el dique de los tres millones de parados porque me parece la mirada más limpia y la reacción con más corazón de todas las que he escuchado al ministro, a los sindicatos, a la oposición. El lenguaje de madera de los políticos convierte tragedias como la que se adivina en cada hogar donde falta el trabajo en frías estadísticas. Es un leguaje insufrible, que ofende, irreal. «De cinco tenedores», vamos. Un lenguaje de vividores y comedores. No será así como cierren la brecha entre política y ciudadanía.

Su obligación es pisar la misma tierra que sus representados, eso es la democracia representativa. Pero es posible, me digo, que hasta que gobernar mal suponga el despido, hasta que los gobernantes que se equivocan o no saben o no adoptan las medidas adecuadas a tiempo vayan de patitas al paro (pero al paro de verdad) en vez de a una suite: hasta que los votos en blanco se traduzcan en escaños en blanco (para vergüenza de los partidos), la brecha irá a más, y la democracia a menos.

Consuelo Sánchez-Vicente

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