Fernando Jáuregui – Una necesaria crisis de gobierno


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

Las últimas horas han sido pródigas en rumores sobre una posible crisis de gobierno, o una remodelación ministerial, al menos, de alcance limitado. No estoy seguro de que estos rumores se correspondan con una realidad a la que solamente al inquilino de La Moncloa le corresponde dar o no forma. De lo que sí tengo certeza es de que lo que hablan cenáculos, mentideros, círculos empresariales y periodísticos, de lo que muchas veces se habla en la calle, es de la necesidad de que se produzcan cambios en algunos ministerios. En bastantes ministerios, diría yo.

Este gobierno, que apenas lleva los nueve meses de un parto funcionando, tiene boquetes visibles en zonas vitales. Y el desgaste afecta también a otras partes secundarias del casco, que, si no hacen que el barco se hunda, sí, al menos, generan alarmas, disfunciones y hacen que la gente pierda el respeto al conjunto del Ejecutivo.

Pienso, para comenzar por este último aspecto, en los ministerios de Igualdad -¿a qué reiterar mucho de lo que se ha venido comentando?-, de Ciencia e Innovación -si no hay presupuesto, ¿para qué mantenerlo?-, de la Vivienda -si todo está transferido, ¿de qué sirve?-. Pienso en la desafortunada recomposición del organigrama ministerial, que separó educación y Universidades, que nos dejó sin Agricultura para hacer un extraño potaje de medio ambiente, medio rural, medio marítimo, que, entre tantas mitades, parece haber dejado paralizada a quien era una buena ministra en lo suyo. O pienso en Cultura, que parece haber dejado de existir.

Si los ministros no pueden encontrar una manera eficaz de llenar sus agendas, ¿a qué mantener tantos departamentos costosos, cuando en realidad habría que rehacer los Presupuestos para 2009? Y lo peor es que estas reflexiones, tan generalizadas, se combaten con ideas peregrinas, improvisadas, como la creación de un nuevo Ministerio de los Deportes.

Pero, abandonando lo que si se quiere puede resultar hasta secundario, hay que abordar lo esencial. Y hoy lo esencial es la economía: banqueros, empresarios, políticos, asociaciones de consumidores, funcionarios, muchas voces, piensan que hay que poner término a este desbarajuste.

Fue un mal paso, que muchos señalaron desde el inicio, desdoblar la vicepresidencia económica y el Ministerio de Industria, cuyo titular, Miguel Sebastián, ha dado no pocos motivos para que solicitemos su relevo. Probablemente no es posible ahora enumerar de manera exhaustiva una larga serie de errores y hasta despropósitos: sería tarea tan larga que escaparía de los forzosos límites de esta crónica. Errores y despropósitos agravados primero con el «caso Endesa», luego con los intentos de echar al presidente del BBVA a favor de Luis del Rivero y, ahora, con el viscoso asunto de la compra de las acciones de Repsol en manos del citado Del Rivero por la rusa Lukoil, temas todos en los que el titular de Industria ha pretendido ponerse de perfil, sin explicarlos de manera satisfactoria. Alguien tendrá que pagar las facturas de todo ello en su momento, y confiemos en que no sea el conjunto de los españoles quien lo haga.

Por otro lado, el mutismo del vicepresidente económico ante la que está cayendo -¿cómo es posible que no se haya creado una comisión parlamentaria para investigar el «caso Lukoil», sin ir más lejos?-, y no pocos indicios que ni siquiera un ciego dejaría de ver, nos muestran que Pedro Solbes no pasa por el mejor momento de sus relaciones con Zapatero. El presidente parece seguir confiando más en la «opción Sebastián», que, de todos modos, también da la impresión de haber perdido fuerza ante el cúmulo de fracasos que va registrando: de once medidas que anunció en su día, once medidas no se han cumplido, ni siquiera el surrealista envío de bombillas de bajo consumo para todos los españoles.

Algo debería ocurrir de inmediato en el sector económico del gobierno para que se restablezcan confianzas y la sensación de que no hay amiguismos ni peleas intestinas en el equipo, para que los inversores y los consumidores vuelvan a creer en los organismos reguladores de la economía, de prestigio tan deteriorado ante presuntas o reales maniobras por ejemplo en la Bolsa.

Este es el tema fundamental. Restablecer una mínima confianza ciudadana en quienes han de gestionar la economía, en momentos en los que unos Presupuestos para 2009 están a punto de ser definitivamente aprobados…cuando todos saben que esas cifras no van a cumplirse ni de broma.

Lo demás, desde cómo andan las cosas en Exteriores -no tan mal como algunos pretenden, en mi opinión- o en Justicia -Departamento en el que pienso que se han enderezado algunas cosas que andaban torcidas- , me parece opinable. Incluyendo el papel que en esta extraña partida de ajedrez juega la vicepresidenta primera, cuya sintonía con Zapatero no estoy del todo seguro de que siga siendo la misma que al comienzo de la larga marcha, allá por abril de 2004.

Ignoro, desde luego, si, como dicen esos insistentes rumores a los que me refería antes, se van a acelerar esos planes que desde círculos monclovitas a veces nos filtran, en el sentido de que un ZP que no piensa presentarse a las elecciones en 2012 sustituirá a Fernández de la Vega por alguna otra figura emergente, como la ministra de Defensa, tan mimada por las encuestas. Más mimada aún que el ministro de Interior, que ha sabido vender muy bien una imagen de eficacia que se corresponde, pienso, con la realidad.

Pero insistamos en que eso, lo muestran todos los sondeos, ni siquiera es ahora lo urgente, ni siquiera lo más importante. Porque una cosa son los cálculos electorales, y otra arreglar las cañerías que regulan la vida cotidiana de los españoles, es decir, los altísimos niveles de desempleo, la angustia ante la pérdida de poder adquisitivo, la incertidumbre de los empresarios ante la falta de liquidez…la crisis económica que afecta a los bolsillos de cada uno de nosotros. Esta «es la economía, estúpido», resulta una frase célebre y manida que viene muy bien a la actual situación en la que se inventan cosas para distraer la obsesión de los ciudadanos ante lo que más les importa: mantener su hasta ahora y en general confortable nivel de vida y el actual estado de bienestar.

Cuestión esencial es, en todo caso, que se produzca un cierto cambio en el espíritu con el que el gobierno afronta la nueva y difícil era que se nos presenta con el 2009 que nos llega. No se puede seguir el trayecto hablando de los «tontos de los cojones que votan a la derecha» sin que alguien, desde el máximo atril monclovita, reproche tan poco conciliadoras manifestaciones. No es posible continuar sin reconocer que habría que haber llegado (¿llegar?) a un consenso sobre los Presupuestos, sobre el futuro de Euskadi (¿hay otra solución diferente a una gran coalición futura entre socialistas y populares vascos?), sin un gran acuerdo nacional acerca de una austeridad real, no de boquilla, en las administraciones públicas. Sin afrontar, juntos y hasta revueltos si hace falta, una adecuada reforma de nuestra Constitución para que la ley fundamental aprobada hace ahora treinta años pueda seguir en pleno vigor, y no llena de silencios y miradas hacia otro lado.

Una renovación en algunos rostros del gobierno sería, en fin, apenas la primera muestra de que alguien, quien puede y debe hacerlo, ha entendido el mensaje: hay que cambiar para que no todo siga igual. Porque continuar como estamos, el «vamos tirando», se está volviendo la tarea más difícil de todas. Y la más peligrosa.

Fernando Jáuregui.

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