Francisco Muro de Iscar – Constitución y Derechos Humanos


MADRID, 7 (OTR/PRESS)

Este diciembre comienza y termina con conmemoraciones. El principio de mes nos trae el 30 cumpleaños de la Constitución y el 60 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La «Constitución de los Derechos», con mayúscula, nos devolvió a la democracia y a la libertad y estos treinta años, con muchos errores, sin duda, son los más prósperos, los más plenos de la vida española en varios siglos. Si los políticos que nos gobiernan fueran, en ocasiones, menos sectarios y más hombres de Estado, seguramente estaríamos aún mejor. Con crisis, pero en libertad; con problemas, pero con una educación y una sanidad universales y una justicia, sin suficientes medios, pero para todos; con desigualdades, pero con una cobertura social que hace treinta, cuarenta o cincuenta años hubiera parecido imposible de alcanzar. Gracias a la Constitución, a pesar de que habría que reformarla en algunos aspectos, hemos llegado hasta aquí en paz. Gracias a la Constitución, y al Rey, un cantamañanas cualquiera cuyo partido gobierna en coalición con el PSC puede acabar una concentración de las juventudes de ERC gritando «¡Muerte al Borbón!». Esa es la grandeza de la Constitución.

Pero el día 10 hay otro aniversario que debería tener igual o mayor relieve. Hace sesenta años -1948, recién terminada la II Guerra Mundial, con los odios y las pasiones a flor de piel, con centenares de miles de cadáveres frescos- un grupo de visionarios, algunos países, decidieron poner en marcha una Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde, contra corriente, se hablaba de fraternidad, de derechos, de igualdad, de justicia. También contra pronóstico este mundo actual todavía tan injusto, es diferente gracias a esa Declaración. Los derechos del hombre cobraron fuerza nación por nación y la denuncia de las violaciones -demasiadas aún, en el tercer mundo y en nuestras ciudades- han cobrado carta de naturaleza. Los ciudadanos han ido tomando conciencia de su derecho a tener derechos y lo han hecho, aunque en algunos casos hayan pagado con su vida, en muchos lugares del mundo.

La conmemoración debe servir para denunciar que sigue habiendo numerosas violaciones que no deben ser permitidas. Hay Guantánamos siempre inadmisibles; millones de niños esclavizados, que mueren de hambre, que no tienen agua, que padecen enfermedades que en Occidente desaparecieron hace décadas; sigue la esclavitud, la trata de blancas y de personas, la explotación sexual; las desigualdades aumentan en lugar de decrecer; hay centenares de secuestrados en Colombia; demasiados países donde se vulneran derechos fundamentales y desde las cloacas se organizan terribles masacres… Pero no es sólo lejos de aquí en los terceros mundos… En España, sigue la lacra terrible de ese terrorismo que abate hombres como si fueran «piezas de caza»; siguen muriendo mujeres víctimas de la violencia innoble; hay centenares de miles de personas sin papeles; ancianos y discapacitados sin ayuda… Y en los últimos diez años casi un millón y medio de niños no han podido llegar a nacer, aunque nuestra Constitución protege el derecho a la vida. Hay que celebrar la Declaración y exigir justicia para los que aún no gozan de derechos básicos.

Francisco Muro de Iscar.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído