Isaías Lafuente – Sobre lo prioritario


MADRID, 9 (OTR/PRESS)

Me cuesta imaginar que ningún ciudadano de este país tenga como prioridad vital la de la reforma de la Constitución. Sin embargo, cuando se les pregunta, la opinión de una inmensa mayoría de los consultados es que necesita retoques, más o menos profundos, pero los necesita. Tampoco es la Constitución libro de cabecera habitual en los hogares españoles, pero cualquiera que pierda una tarde en leer el texto de 1978 observa que necesita un repasito.

Al margen de las reformas propuestas por el presidente Zapatero, prometidas y decaídas una y otra vez, sobre la sucesión, la reforma del Senado, la referencia a la Unión Europea (imposible de hacer en 1978 porque ni estábamos ni se nos esperaba) o a las Comunidades Autónomas, existe todo un Título, referido precisamente a la organización territorial del Estado, que necesita una nueva reformulación.

No porque haya que modificar el sistema, sino porque muchas de las previsiones allí contenidas formulan el procedimiento para construir un Estado Autonómico que hoy, treinta años después, ya está rematado, por lo que muchos de esos artículos están definitivamente amortizados. Es más, si esa reforma se hubiera planteado antes de la elaboración de nuevos Estatutos de Autonomía, seguramente nos hubiéramos evitado algunos dolores de cabeza.

Es evidente que este país seguirá funcionando sin problemas con el actual texto como lo viene haciendo con eficacia desde hace tres décadas. Pero desde el punto de vista político sorprenden al menos dos cosas. La primera, la perseverancia en prometer algo que después no se cumple. Y la segunda, las razones alegadas para la marcha atrás. Si es verdad que la reforma no es prioritaria, no cabe incluirla entre las promesas electorales o en el capítulo de los compromisos de investidura, como lo hizo el actual presidente. En cuanto a las razones para no emprender la modificación constitucional, la de que no hay un clima de consenso para afrontarla queda en evidencia frente al espejo de la historia.

En 1978 no había consenso, se fabricó. Y se hizo en unas condiciones que por comparación convierten la situación política actual en paraíso caribeño. Aquellas Cortes Constituyentes se convirtieron en un búnker que tuvo que trabajar bajo la presión de fuerzas golpistas, de un terrorismo feroz que dejaba un muerto cada vez que se aprobaban dos artículos, y de una sociedad partida entre los que añoraban el franquismo, quienes pretendían reformarlo y aquellos que deseaban romper con un pasado ominoso.

Y se hizo, a pesar de que dentro de aquel búnker democrático la atomización de fuerzas y su espectro ideológico eran mucho más amplios que en la actualidad. Su hazaña engrandece a los dirigentes políticos del pasado. Los del presente deberían tener cuidado con no empequeñecerse por su falta de coraje para hacer lo que parece evidente que hay que hacer. Aunque no sea prioritario.

Isaías Lafuente.

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