MADRID, 12 (OTR/PRESS)
El diputado de ERC, Joan Tardá, es como un Harpo Marx envejecido por el «fotoshop». Sin embargo, tenemos la mala suerte de que no es mudo como el inolvidable Harpo, que se expresaba con una bocina. Manuel Fraga tampoco es mudo. Y aunque su rugido está ya un tanto deteriorado, el viejo león de Villalba aún es capaz de romper cristales. Desde el clásico «La calle es mía» no nos había regalado una soflama tan redonda: Los nacionalismos, mejor colgados.
Y los nacionalistas, claro, han puesto el grito en el cielo. Ahora les toca a ellos el papel de víctimas ofendidas. Por eso piden la dimisión de Fraga como senador. Esperemos que no lo condicionen a su continuidad -la de los nacionalistas- en la institución, como hacen los del PP en la FEMP que preside otro deslenguado, Pedro Castro. De paso, los ofendidos se explayan en detalles escabrosos sobre la biografía del ex ministro de Franco y eslabón de la derecha de ayer y de hoy.
En cuanto a su partido, el PP, donde ejerce de presidente honorario, en reconocimiento a sus méritos fundacionales, ya sabemos que no tiene la menor intención de aplicarse el cuento de la responsabilidad exigible a los dirigentes irresponsables que no miden sus palabras. Incluso por la vía penal, como ocurrió en el caso Tardá.
La pedrada del extravagante diputado de ERC fue el culebrón del puente de la Constitución. Perdónale, señor, porque no sabe lo que hace, según doctrina del presidente del Congreso, José Bono. La de Fraga es la comidilla de las últimas cuarenta y ocho horas y también su jefe, Rajoy en este caso, ha salido a disculpar la soflama. Y eso que fue posteriormente razonada: «El nacionalismo es lo contrario a la defensa de España». Remate doctrinal del viejo profesor de Teoría del Estado.
Es el último bote de humo de la política nacional, cada vez más barata. La cosecha del otoño ha sido generosa: el «coñazo» de Rajoy, los «hijos de puta» de Bono, los «tontos de los cojones» del alcalde de Getafe, el «borbón» muerto de Tardá y el nacionalista colgado de Fraga. Son unos bocazas. Pero sobran los rasgados de vestiduras y las extrapolaciones absurdas, que en realidad impiden ver braceando al Gobierno para salir del pozo negro de la crisis. Si Moncloa quiere desviar la atención, alguien le está haciendo el trabajo.
Los botes de humo le vienen de perlas a Zapatero. Tanto mejor si los echan otros. En la humareda desaparecen la tragedia del terrorismo vasco, el drama del paro y los indicadores de la crisis, si nos quedamos mirando los fuegos artificiales. Mientras hablamos de los excesos verbales de unos y otros, en la humareda desaparecen los asuntos de mayor cuantía.
Antonio Casado.