MADRID, 12 (OTR/PRESS)
Supongo que todos estaremos de acuerdo en que colgar, es decir, ahorcar, a todos los nacionalistas, es un poquitín más grave que lo de «muerte al Borbón», porque éste es una sola persona y porque se trataba de una frase histórica, no por todo ello menos reprobable, claro. Pero lo de Joan Tardá comparado con lo de Fraga no sé yo si es como para llamar a los guardias o hacer intervenir al fiscal, a no ser que se me dijera que se va a aplicar el mismo rasero para ambos, cosa que hasta ahora no he visto. Pero la comparación de lo de Fraga con lo de Pedro Castro no resiste ni siquiera el más mínimo debate. Abogar por colgar a los nacionalistas y llamar tontos de los cojones a quienes en Madrid votan a la derecha son dos comportamientos que no aguantan la comparación, por muy odiosa que sea, como todas las comparaciones. Exigir la dimisión de Castro y callarse por lo de Fraga es la prueba del 9 del cinismo y de la utilización de la política como un arma innoble y espuria. Pues bien, estas son las realidades, una parte de ellas, de los últimos días.
Y el Gobierno socialista, que está en Babia o en la estratosfera, tras ser insultado por lo de Guantánamo, da carpetazo al asunto y niega lo innegable, no sé si para implorar la piedad del PP para que no le linchen al alcalde de Getafe. Esta vez Pepe Blanco se lo ha tragado todo. Ni siquiera he oído exigencias terminantes de dimisión de Fraga como senador y como presidente fundador del PP, que sería lo mínimo para poner las cosas en su sitio tras las exigencias peperas sobre Castro. El Gobierno PSOE ni siquiera se percata de que le conviene no dejar por los suelos a quienes lo han estado defendiendo en éstas y en otras muchas cosas. Quiero decir que las bajadas de pantalones a lo mejor están bien siempre que tengan un límite, pero que no es bueno llegar tan lejos y entrar en el terreno del famoso dicho castellano encima de no sé qué, apaleado, sobre todo ante la seguridad de que a medio plazo, y seguramente a corto, no van a conseguir nada, sino que van a embravecerlos y excitarlos para nuevas y mayores exigencias.
Pedro Calvo Hernando.
