MADRID, (ABC)
Ya les dije alguna vez que no estoy a favor de la pena de muerte, aunque estoy convencido de que algunos la merecen.
Y coincidirán conmigo en que Khalid Sheikh Mohammed, el «cerebro» del 11-S, y sus cuatro compinches han hecho méritos para ser ahorcados, fusilados, gaseados o envenenados con una inyección letal.
Los cinco facinerosos están presos en Guantánamo, y desde que anunciaron su intención de declararse culpables para acelerar su ejecución, sigo fascinado por el debate que se ha desatado en Estados Unidos.
Aquí, pendientes de las filtraciones que hace el Gobierno ZP sobre los aviones que hacían escala en España con sospechosos de terrorismo, a buena parte de la ciudadanía se le ha olvidado que uno de los efectos del maquiavélico plan sugerido por Khalid a Bin Laden, fueron 2.975 muertos.
Entre ellos, una española, embarazada de siete meses, que trabajaba en las Torres Gemelas.
La maniobra de los cinco malvados es evidente. Saben que resta poco más de un mes para que Obama se instale en la Casa Blanca y que ha prometido cerrar la prisión de Guantánamo y transferir los detenidos a tribunales civiles.
Aunque el tiro les podría salir por la culata, su aparente intención es garantizarse el «martirio» y subir al paraíso de Alá, a disfrutar de las 72 «hures» que corresponden a cada uno por haber asesinado a tanta gente. Suena a chiste, pero justo antes de partir a secuestrar los aviones, Mohamed Atta envió a sus compinches el siguiente mensaje: «Las vírgenes te están llamando».
Los familiares de las víctimas están divididos. Unos, argumentando que los de Guantánamo no muestran la mínima contrición, exigen que se les ejecute.
Otros proponen que se les condene a cadena perpetua, para que languidezcan durante décadas, controlados por aquellos que más odian.
A nadie se le escapa, ni siquiera a Khalid y sus secuaces, que el mundo observa y que hemos llegado a un punto en el que además de cinco terroristas islámicos, se juzga a EEUU.
Lo único que deseo yo es que se imponga la ley sin titubeos y se elija aquello que sea peor para los malos.