Esther Esteban – Más que palabras – La jubilación del ministro


MADRID, 17 (OTR/PRESS)

El otro día, durante el ambiente desenfadado y festivo de la copa navideña del PSOE le pregunté a Pepe Blanco su opinión sobre el anuncio de Pedro Solbes de no presentarse a las próximas elecciones. «A ciertas edades, hay que plantearse qué otras cosas hay que hacer en la vida», había confesado. Al número dos del PSOE se le torció el gesto con la pregunta y sin inmutarse me dijo ¿Pero de verdad ha dicho eso? Serán imaginaciones tuyas o una interpretación torticera de sus palabras. Cuando le repliqué que no era ni lo uno ni lo otro, me dijo con ironía -mientras se alejaba precipitadamente hacia otro de los corrillos de colegas- que para las próximas elecciones queda una eternidad y dentro de tres años a lo mejor también él se retiraba.

Vale, le insistí, pues ya tengo un titular para mañana: «Pepe Blanco sigue los pasos de Solbes y también quiere jubilarse», lo que le hizo rápidamente volver sobre sus pasos y aclararme -cosa que evidentemente no era necesario- que su comentario era un broma y que en su partido ni él ni nadie pensaban en tirar la toalla. La anécdota no tendría mayor importancia si no fuera por el terremoto político que se ha organizado tras las declaraciones del vicepresidente del Gobierno, amagando con hacer mutis por el foro una vez más -cosa que ya hizo antes de las últimas elecciones- y con pasarse al bando del común de los mortales. Por si no estuviera claro que el Gobierno está noqueado y sobrepasado por la crisis, viene el máximo responsable de las cuentas y nos dice que está a punto de desfallecer. A eso se le llama -¡Sí señor!- mandar un mensaje de confianza en un momento donde los índices de desconfianza de los ciudadanos baten récords históricos en nuestro país.

El todopoderoso vicesecretario general de PSOE puede hacer todas las bromas que quiera pero es en su propia casa, en la calle Ferraz, donde se ha creado, crecido y multiplicado el rumor de que Zapatero debe dar un impulso a su Gobierno silente y eso solo se arregla mandando a su casa a unos cuantos incompetentes de su gabinete que se esconden bajo las faldas del líder para no dar la cara porque por miedo a que alguno de esos tres millones de parados les saque y con razón los colores o algo más.

Dice Ignacio Camacho en su magnífica «Raya en el agua» que Solbes nunca ha dado la impresión de sacudirse su desmayada galbana de funcionario satisfecho, que ahora que su trabajo se ha vuelto una tortura, el vicepresidente ha trocado su aspecto de Buda indolente por la imagen del Buda cansado, superado por los acontecimientos y su estampa proyecta la sombra inapelable de su fracaso. Eso es verdad, querido Ignacio, pero te recuerdo que en la antigua China esculpían la imagen de Buda con cuatro caras, simulando los estados anímicos del hombre y la superación de todos los estadios, más felices o más tristes. Esas figuras que ahora se venden como souvenir se movían a modo de carambola para ver qué suerte acompañaba a cada día. A nuestro Buda particular por mucho que se le dé vueltas como a una peonza, la suerte no le acompaña. Lo malo es que de su suerte depende la nuestra. ¡Qué horror!

Esther Esteban.

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