Francisco Muro de Iscar – Un año en el infierno


MADRID, 28 (OTR/PRESS) La rebajas se han adelantado un mes, a ver si así se vende algo más, y en las tiendas liquidan todo porque es más caro mantener stocks que tirar los precios. A pie de calle se empiezan a ver muchos carteles de «Se alquila», «Se traspasa», «Se vende», «Cerramos», «Liquidación por cierre», porque muchos pequeños comerciantes, y no tan pequeños, no pueden aguantar la situación o no están dispuestos a pasar, como los equipos que descienden, «un año en el infierno». Todavía los bares y los restaurantes están de celebración, pero enero amenaza con una retracción fuerte. Entre que se empieza a sentir la crisis y las predicciones que nos llegan desde todas partes, es decir, entre la crisis real y la virtual, todos vivimos bajo presión. Todos menos el estratosféricamente optimista presidente del Gobierno, que habita en el país de las maravillas, alejado de la realidad y con un Gobierno ausente y agotado. De momento, le funciona. Todo indica que la gente prefiere vivir engañada que afrontar la realidad.

En algún momento, Zapatero tendrá que ponerse a trabajar en lo que importa en lugar de hacer marketing y enredar en lo que, socialmente, le da votos y ayuda a cambiar la sociedad, pero no sólo no resuelve los problemas, sino que los agrava. En la economía, avanzamos hacia peor porque se sigue destruyendo empleo aceleradamente; nos estamos embarcando en un déficit que habrá que pagar más adelante; no estamos haciendo nada en las soluciones de futuro, que pasan por la educación y la investigación, asuntos en los que no vamos a salir del furgón de cola de Europa en muchos años. Sumen a todo ello la previsible conflictividad social -Fernández-Toxo no es Fidalgo- y la universitaria, sin descartar problemas con la población inmigrante, y el panorama es poco alentador.

Pero la falta de recursos -el Estado, las autonomías y los ayuntamientos van a recaudar menos y a gastar más* mientras se pueda- influirá en la política social, quiera o no el Gobierno. Educación y sanidad pueden ser las primeras víctimas. Luego están los conflictos autonómicos sin resolver, especialmente el Estatuto de Autonomía de Cataluña y la financiación autonómica, donde el presidente vuelve a hacer malabarismos en la cuerda floja con unos y con otros, en lugar de reunir a todos los presidentes autonómicos y llegar a un pacto para tiempos de crisis. En el horizonte están las elecciones vascas donde un pacto entre PSOE y PP podría servir para un cambio radical en la política en Euskadi.

Un pacto como el que parece imprescindible en la justicia, donde la renovación del Consejo del Poder Judicial, como era previsible, no ha solucionado nada y donde se intenta legislar a golpe de cabreo, bajo la presión mediática, o por intereses partidistas. La Justicia es una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento y tampoco aquí los partidos son capaces de sentarse en la mesa y ponerse de acuerdo al menos en lo básico. Ni en la economía ni en la educación ni en la justicia ni en la política autonómica es posible el pacto que la mayoría de los ciudadanos aplaudiría pero que no interesa ni al PSOE ni al PP. Ellos sabrán las razones.

Francisco Muro de Iscar

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