Fernando Jáuregui -La semana política que empieza -Pero ¿dónde han estado los ministros? ¿Dónde Rajoy?


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

Vaya por delante que los ministros, el jefe de la oposición, los políticos en general, tienen el mismo derecho a descansar que usted o yo. Pero tengo la sensación de que, en fechas como estas, la clase política disfruta de vacaciones más largas, la Administración se queda semiparalizada, las agendas de los ministros se vacían -más aún-, el Parlamento cierra hasta febrero y la centralita de La Moncloa responde cuando responde, que no es precisamente al primer timbrazo del teléfono.

Puede que la sensación de que estamos entrando en una nueva era, en la que van a ocurrir muchas cosas, haya fomentado esta necesidad de reposo de unos políticos que van a empezar ya mismo a dar tumbos preelectorales de aquí hasta el 7 de junio, cuando tomarán un pequeño receso tras conocer el resultado de las elecciones europeas. Puede también que no hayan querido pensar demasiado en la crisis económica y sus efectos. Puede que, como la Administración norteamericana, se hayan permitido un respiro a la espera de los acontecimientos-Obama y de lo que decida el nuevo señorito. Quién sabe: el caso es que el «espíritu Doñana» se ha adueñado de casi todos los miembros del gobierno… probablemente a excepción del propio presidente, único inquilino con derecho a pernoctar en el coto y empeñado en convocar estos días a todos los gobernantes de las autonomías para convencerlos, si preciso fuere -hasta ahora parece que van bastante convencidos de antemano-, de las bondades del plan no detallado sobre financiación autonómica.

Tan ajetreado ha andado el presidente que, dicen, apenas ha podido pasar «unas horas» familiares en el gaditano coto paradisíaco y no ha viajado, contra lo que inicialmente se barajó, para llevar algo de aliento a las tropas españolas en misión exterior. No es para menos tanta agitación: en este 2009 le aguardan a ZP trabajos dignos de un Hércules de la política, que es cualidad que yo, pese a todo, no acabo de atribuir a nuestro presidente. Ni, por cierto, a nuestro líder de la oposición, cuyas siestas galaicas son ya bien conocidas por propios y ajenos.

De ellos dependemos. De un acuerdo entre ambos que ponga fin al dominio nacionalista en el País Vasco ya esta misma primavera. De una colaboración para devolver a los ciudadanos la confianza consumidora e inversora. De que se instaure la sensación de juego limpio en el proceso electoral gallego, donde el «voto emigrante» tiene tan decisiva importancia. Tan decisiva que se ha puesto en vigor a toda máquina la legislación que permite a los hijos y nietos de españoles en América Latina solicitar ya la nacionalidad española; menuda baza electoral, un golpe del que, al parecer, el Partido Popular ni se ha enterado o, si lo ha hecho, ha preferido no denunciarlo para no perder más votos cabreados de «gallegos» en tierras americanas.

Claro que todo esto, más alguna que otra maniobra con lo de Lukoil, más las subidas de los recibos de varios servicios imprescindibles, se ha producido en esta época de modorra que antaño, antes de ser justamente suprimida la cosa, se aprovechaba para hacer aprobar leyes de acompañamiento a los Presupuestos que eran un auténtico coladero de temas pendientes y difíciles de sacar a la luz por sí solos. Luego dirán que estas vacaciones no sirven de nada: quienes han estado atentos y de guardia -y a ZP hay que reconocerle que está atento y de guardia para no perder un ápice de poder, ni una milésima de aprecio ciudadano en las encuestas- vaya si las han aprovechado. En estas condiciones, ¿para qué queremos que estén algunos ministros, que nunca tienen mayor cosa que hacer, trabajando, si en la oposición ni se enteran de lo que hacen o dejan de hacer?¿Para qué va a estar abierto el Parlamento, si las cuestiones clave ni pasan por ahí y, cuando pasan, lo hacen como de puntillas? Así que basta con que la lucecita de La Moncloa esté encendida, y los demás, a esquiar, que este año hay buena nieve. País.

Fernando Jáuregui.

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