MADRID, 6 (OTR/PRESS)
Nos ha revelado hoy «El País» que, como derivación y consecuencia de la crisis económica y del paro consiguiente, las solicitudes para ingresar en el Ejército se han disparado hasta casi 80.000, y que Defensa pasa de menos de un aspirante por plaza, en 2002, a más de tres en la actualidad.
Defensa tiene un tope, y viene discutiendo desde los tiempos de los ministros Trillo o Bono hasta el actual de Chacón cuántos soldados y tropas requiere, cuántos son necesarios, cuantos admiten las necesidades del país, y las ayudas al exterior. Porque es bien sabido que una de las iniciativas más exitosas y más entusiastas del Gobierno para nuestras Fuerzas Armadas en los últimos años ha consistido en enviar tropas a los puntos problemáticos del globo, desde la antigua y troceada Yugoslavia a Líbano, Afganistán o el Congo. Hasta el punto de que muy a menudo, nuestro Ejército, por esta dedicación feliz, ha sido calificado de ONG, organización no gubernamental, en cuentos a tareas específicas de ayuda humanitaría, pero a cargo de los Presupuestos Generales del Estado y con un presupuesto importante.
Al margen de esas actividades, ¿realizan algunas tras actividades de interés general nuestras y tropas? Posiblemente si se hiciera esa pregunta a la población, la mayor parte de respuestas revelarían el profundo desconocimiento que existe sobre las tareas corrientes de oficiales y tropas. ¿Sirven para algo más que exponer sus vidas en lugares exóticos, con bandera de la OTAN o con bandera de las Naciones Unidas? Porque ésa es otra discusión interminable, si nos mandan los Estados Unidos o nos manda «el Gobierno del mundo», para apagar focos de tensión internacionales.
Y en todo caso, descartada como parece la pretensión tradicional de hacer la guerra a potenciales enemigos o defenderse de tales presuntos adversarios, convendrá hacerse cuestión esencial: ¿qué utilidad puede tener en nuestros días el Ejército nacional? Zapatero puso en marcha hace unos pocos años una brigada especial para apagar incendios o afrontar otras situaciones de gran riesgo para la población, con grandes inundaciones, nevadas o situaciones similares imprevistas pero previsibles. ¿Y la tarea pendiente de limpiar bosques para impedir incendios, o de plantar los árboles prometidos en la presente legislatura?
José Cavero