MADRID, 13 (OTR/PRESS)
Los italianos, maestros en el arte de la caricatura política, inventaron aquello de «piove, porco governo», porque tendemos a culpar a quienes nos pastorean de todo cuanto -de malo- sucede. Estamos en condiciones de desmentir que Magdalena Alvarez haya sido quien nos ha traído las nevadas, y tampoco, que sepamos, milita en el SEPLA. El gobierno, culpable de tantos dislates, nada tiene que ver en todo eso. Pero…
Pero la verdad es que tarea de un ministro es, además de gestionar, convencer al ciudadano, que es quien vota y paga, de que su gestión es la adecuada. Y, al final, el ministro de turno es el responsable último de que los aviones no salgan a su hora, de que en las carreteras se organice el gran atasco cada vez que las condiciones climáticas no son las más adecuadas, de que los trenes no lleguen a su hora o de que las obras del AVE no se acaben cuando estaba previsto.
Verdad es que en España hay cosas, muchas, que no funcionan como debieran -no por culpa de este gobierno en concreto- y verdad es que los ciudadanos de este país nuestro no siempre hemos sabido exigir en consonancia con nuestros derechos. El pasado mes de marzo volvimos a votar talante, sonrisa y lenguaje nuevo. No son precisamente las virtudes que con mayor asiduidad practica, por ejemplo, nuestra ministra de Fomento. Y ya digo: un ministro es algo más que un buen (o regular) gestor, más que un buen (ya no tan bueno) pararrayos para el presidente del gobierno.
Cuando el clamor ciudadano indignado llega, alguien tiene que dimitir. Aunque no sea más que por una cuestión táctica. O por estética. Magdalena Alvarez ya está sobrando en el Consejo de Ministros. Y bien que lo siento, porque a los periodistas nos resuelve muchos titulares.
Fernando Jaúregui
