José Cavero – Preaviso de huelga de los jueces


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

Hace unos pocos días eran los controladores aéreos, alguno de ellos, quienes avisaban de su poderío y de su capacidad de paralizar España y de derrocar un Gobierno, nada menos. Los controladores, pertenecientes al «reino de Maleni», vienen reclamando más trabajo, cuando se empieza a advertir que el sector del turismo flojea por causa de la crisis. Pues bien, ahora son los jueces, otros ilustrísimos funcionarios del Estado, quienes toman el relevo con advertencias parecidas: Irán al paro si el Ejecutivo desatiende sus peticiones. En este caso, no reclaman más, sino menos trabajo, aunque a ser posible con mejores ingresos, claro está.

Sus señorías los jueces están enfadados con este Gobierno, de Zapatero y Bermejo, porque les han escuchado decir que deben trabajar más, tienen que resolver más asuntos, y algo que les ha sacado de quicio, que deben atender al clamor popular y ponerse las pilas en materias muy concretas que han llegado a ser un escándalo público. Es el caso que representa el juez Tirado, el del caso Mari Luz, sancionado con 1.500 euros por el anterior Consejo del poder judicial y que volvía a verse sancionado con la misma pena por el nuevo Consejo del poder Judicial por no haber hecho el correspondiente seguimiento de la sentencia que él mismo firmó contra el presunto pederasta que, con toda probabilidad, y según declaración propia, pudo haber causado la muerte a la niña Mari Luz.

Ese delincuente debía estar en prisión, pero la ineficacia del juez y de su oficina judicial hicieron posibles sus criminales desventuras. ¿Quién pagará tal desmadre? El juez dice que él no, y sus colegas le apoyan, y ven en la exigencia del gobierno una actitud insoportable, porque alguien les está pisando su propio y particular terreno de autonomía personal y colectiva.

¿Quién juzgará al juez juzgador? Y ya aprovechan para meter en el mismo saco de los enfados y desavenencias que la mayor parte de los juzgados no dan abasto a los asuntos que les llegan, que no disponen de personal suficiente, que el presupuesto del Estado les resulta insuficiente, que urge trasladar al ordenador cada una de las carpetas de los miles y miles de asuntos que bloquean el normal desarrollo de una oficina judicial… Y sobre todo, se quejan sus señorías de que este Consejo del poder Judicial, encomendado a jueces y magistrados, con Carlos Dívar al frente, se venga mostrando tan receptivo a las sugerencias que les hace el Ejecutivo, por ejemplo, sobre señalamiento de los juicios. Los jueces pretenden proteger su clase y su casta y rechazan cualquier reforma que, como ha dicho algún responsable del Departamento, les «metiera en vereda».

¿Quién tendrá tal atrevimiento, siquiera de proclamar un deseo tan inconveniente*Entre las inconveniencias más estruendosas y que más rechinan, posiblemente, está el llamamiento que el propio juez tirado hace a sus colegas, animándoles al paro judicial «sin odio y sin rencor». El juez Tirado, el del caso Mari Luz, pretende ponerse a la cabeza de las reivindicaciones, acaso para hacer olvidar su fatal incompetencia, con resultado de muerte.

José Cavero.

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