Andrés Aberasturi – Mejor valiente que bueno


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

Esto de no ser un experto en economía, dificulta no poco acercarse a lo que hoy por hoy es el principal problema en el mundo y en España. Pero ese desconocimiento profundo, se suple no con la anécdota -que siempre resulta injusta- sino con la contemplación de la realidad y la aplicación de la lógica. Y la realidad, como siempre, ha terminado por imponerse tras el Consejo de Ministros en el que Solbes presentaba datos aun más pesimistas que los que manejaba el FMI para España. Luego, como es natural, a la vicepresidenta le toca decir que de esta crisis saldremos más fuertes, más seguros y toda esa retahíla de hermosos futuribles que se van retrasando semestre tras semestre y cada vez se fía la recuperación a más largo plazo.

Pero la realidad, ajena al profundo conocimiento de la economía, te dice también otras cosas. Uno no sabe si cada puesto de trabajo le va a costar al Gobierno (es decir a nosotros todos) la friolera de… euros, pero lo que si enseña la realidad es que no parece lógico estar soltando dinero con una mano en la sangría económica que son las autonomías -la mayoría escasamente preocupada en el ahorro y algunas claramente despilfarradoras en asuntos incompatibles con la crisis- y a la vez pedir a al personal sacrificio y anunciar ya un déficit muy alto y unas cifras de paro difícilmente asumibles.

Lo que te dice la realidad es que si la Administración debe dar ejemplo disminuyendo el gasto público, esto no se hace recortando en la partida de boligrafos sino más bien en algo que todavía muchos no entendemos: ¿Por qué el ministerio de Igualdad? Eso, de entrada; pero también te preguntas por el Vivienda, el de Cultura, ese extraño convoluto entre Industria y Ciencia en Innovación (siempre a la gresca) por no hablar del de Justicia que crea mas problemas de los que resuelve. Claro que para echar el cierre a unos cuantos ministerios hace falta valor político y estar convencido de que el país puede sobrevivir sin ellos por la sencilla razón de que unos son residuos de épocas anteriores y otros simples gestos de una modernidad que podrían estar bien en tiempos de vacas gordas pero que son un atentado económico en días de crisis.

Cuando la oposición le pedía al PSOE ahorro y austeridad, la respuesta siempre era recordar el decretazo por el que Aznar congeló el salario de los funcionarios. Fue, efectivamente, llamativo y hubo protestas y algunas huelgas. Luego todo pasó y ni los funcionarios recuerdan ya, seguramente, lo ocurrido. El resultado de esa impopular medida de los populares -y alguna otra- fue entrar en la zona euro. Cuando Felipe González se enfrentó a la reconversión industrial cerrando rémoras absolutamente deficitarias y sin ningún futuro, hubo protestas y huelgas muy duras. Pasó también pasó y gracias a esa valiente y necesaria decisión política, nuestra industria -y nuestra economía- se liberó de unas losas que pesaban demasiado y cerraban el camino al futuro. Nuca el presidente ZP tomará este tipo de decisiones porque su bondad se lo prohíbe y su obsesión por adecuar la realidad a su discurso -y no al contrario- no le deja ser objetivo. Y así no hay forma.

Lo que uno ve es que los bancos avalados por todos nosotros, siguen sin dar créditos, que la PYMES se ahogan y acuden al ICO y ninguna en apuros cumple los requisitos para recibir las ayudas, que el «Plan E» no deja de ser un catecismo de buenas intenciones que hay que leer con fe pero que apenas nada dice de plazos y cantidades, que con el dinero para los ayuntamientos se van a hacer polideportivos -que está muy bien- pero no se van a pagar a las pequeñas industrias de la zona deudas de seis, nueve y hasta un año pese a que la Ley ponga un plazo de tres meses.

Mucho bendecir a Obama y sus proyectos de cambios radicales (que ya veremos en qué quedan), pero aquí seguimos en lo de siempre, dejándonos llevar, haciendo mini-planes, tomando mediditas. Y así no vamos a ninguna part. Si alguien tiene acceso, que le diga al presidente del Gobierno que ya ha llegado la hora de ser más valiente que bueno.

Andrés Aberasturi.

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