Cayetano González – Aversión al Parlamento


MADRID, 15 (OTR/PRESS)

No se sabe muy bien qué extraño virus suele atacar a los Presidentes del Gobierno, una vez transcurridos los primeros años de sus mandatos, y cuyo efecto principal es la aversión a comparecer en el Congreso de los Diputados, para informar y debatir en la sede de la soberanía popular sobre las cuestiones que afectan a la vida de los ciudadanos. Eso le pasó en su momento a Adolfo Suárez, posteriormente a Felipe González y a Aznar y ahora el virus ya le está afectando de lleno a Zapatero.

El actual Presidente del Gobierno manifestó solemnemente en su discurso de investidura hace cinco años que haría del Parlamento «el centro del debate de la vida política». Durante la anterior legislatura cumplió en buena medida con esa promesa. Pero ahora, empieza a flaquear. El último episodio ha sido negarse a comparecer de forma urgente ante el Parlamento para informar y debatir sobre los efectos de la crisis económica y más concretamente sobre las alarmantes cifras del paro, que a 31 de diciembre del año que acaba de irse, superaba ya los tres millones de personas. El PSOE ha conseguido, con el apoyo de los grupos nacionalistas e IU, retrasar esa comparecencia de Zapatero hasta el 10 de febrero.

No se entiende bien esa actitud del Presidente, porque si la razón de esa negativa fuera que dentro de veinticinco días el número de parados hubiera descendido, tendría su sentido. Pero no va a ser así; es más, al ritmo de 3.500 nuevos parados al día, resulta que cuando Zapatero vaya al Congreso el 10 de febrero habrá 87.500 nuevas personas sin empleo. ¿Por qué entonces esa negativa? Seguramente porque a ningún Presidente le gusta que el principal partido de la oposición le marque la agenda, y como esa petición de comparecencia urgente provenía del PP, la primera reacción ha sido la de decir que no. Todo lo anterior se agrava ante el hecho de que Zapatero y sus ministros si están saliendo en los últimos días con profusión en diferentes medios de comunicación, lo cual está muy bien y no es incompatible, sino todo lo contrario, con acudir y hablar también en el Parlamento.

Con todo esto, lo único que se consigue es profundizar en esa sima que separa al Parlamento de la calle. Cuando las cuestiones que preocupan u ocupan a los ciudadanos no se debaten en las Cortes o se hace con un incomprensible retraso, el resultado es matemático: cada año que pasa interesa mucho menos lo que suceda en el Congreso de los Diputados y no digamos ya nada del Senado.

La solución a este tipo de situaciones que, reitero, han afectado de una manera u otra a todos los Presidentes, sería una modificación radical del reglamento del Congreso, de manera que no hiciera falta para obligar al Presidente o a sus ministros a comparecer, la mayoría que ahora se requiere que deja en manos del grupo parlamentario que apoya al Gobierno la decisión final. ¿Qué se apuestan ustedes a que nadie -incluido el actual principal partido de la oposición- impulsará esa reforma? Luego, que no se quejen los políticos del alejamiento de los ciudadanos.

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